Alfonso y yo con el gran Martín Fiz en la Feria del Corredor |
La maratón nunca engaña. Es una compañera fiel que siempre
te da algo y que nunca te defrauda. Hay muchas cosas inmutables en una maratón.
Los que corremos maratones (todavía después de muchos años no me atrevo a auto-llamarme
“maratoniano” por respeto a muchos que sí lo son) sabemos, y nos suena a
tópico, que tanto entrenas, tanto te da la maratón. También sabemos que en una
maratón siempre se sufre. Quien no sufre, es que no ha corrido la maratón; a
lo mejor “se ha desplazado corriendo” durante 42,195 km, pero no ha corrido la
maratón. La cuestión es cuanto se sufre. Si has entrenado suficiente, y además
corres al ritmo que debes correr, y te has alimentado correctamente, has
descansado suficiente, te has hidratado bien, las condiciones ambientales son
propicias, y además tienes un buen día, entonces, y solo entonces, sufres poco.
Vamos que empiezas a sufrir cuando te quedan pocos kilómetros. Si, como fue mi
caso el pasado domingo en Sevilla, no has entrenado suficiente; si sales a un
ritmo un poco por encima de lo que mereces; si tienes alguna urgencia
imprevista (en mi caso sobrevenida en el km 17 de carrera y solventada gracias
a un gran seto que separaba el curso de la carrera del Guadalquivir, que me permitió
no sin cierto desasosiego dejar un gran recuerdo en Sevilla); si
además hay un buen porcentaje de humedad en el aire haciendo que la eficiencia
al respirar disminuya, entonces puedes sufrir mucho y durante muchos
kilómetros. Y como la maratón es fiel a sus principios, quien la hace, la paga,
y yo sufrí mucho y durante muchos kilómetros.
Felices después de dejar de sufrir... |
Al menos hay que agradecer al nuevo trazado (que estrenamos)
de la Maratón de Sevilla, que además de llano, es bastante más bonito que el
antiguo. En este nuevo trazado, se corren algunos kilómetros por la isla de la
Cartuja (donde parece –plagio un comentario de mi amigo Alfonso- que ha caído
una bomba de neutrones), algunos kilómetros fuera del Sevilla monumental, pero
se pasa por todos los sitios emblemáticos de la ciudad, incluyendo la torre del
Oro, la Maestranza, la Plaza de España, la Catedral, la Macarena y, cómo no, el
estadio Benito Villamarín, viva er Beti manque pierda. Y muchos sevillanos
animando, lo cual se agradece. Y la Maratón es Maratón, vamos que solo corremos
personas que afrontamos el reto de los 42,195 km, no la pantomima de Madrid y
otros sitios, donde algo tan serio se convierte en una feria de imagen con
gente tan contenta que corretea 10 kilómetros o
media maratón (lo que es una falta total de respeto por la Maratón).
Sevilla se ha ganado a pulso la categoría ORO de la IAAF. Hay una buena feria,
una buena organización, buenos avituallamientos, buen recorrido,… y voluntarios
amables que te sonríen cuando te colocan la medalla de “finisher”.
¡Pero cómo sufrí!
(PS: Mi amigo Alfonso, con el que corrí los primeros 17 km,
también sufrió mucho; y por el tiempo que hizo mi también amigo Emilio, también
debió sufrir lo suyo; la humedad no debe ser buena para los que vivimos en
secano…)
1 comentario:
Gracias José Manuel. Tal cual lo cuentas fue. Nunca te regala nada y a veces te lo quita.
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