El aprendiz de maratoniano

Historias sencillas de carreras

sábado, 14 de agosto de 2010

¿Cómo has quedado en la Maratón?

Esa es la pregunta. Esa es la pregunta que peor sienta a un corredor popular que corre maratones. O quizás siente peor ¿en qué puesto has quedado en la maratón?, que es parecida. Y por lo que he hablado con algunos corredores profesionales, a ellos tampoco les hace mucha gracia.

Hace tiempo, un periodista le preguntaba a un corredor de maratón, antes de la prueba, qué cómo veía a los rivales, de cara a la posibilidad de vencerles. El corredor le dejó literalmente planchado (en un periodista deportivo el desconocimiento es más grave) contestándole: “en la maratón no hay rivales; tú eres tu propio rival; el resto de corredores son compañeros”.

Hacer este tipo de preguntas refleja un profundo desconocimiento de lo que es un maratón. Que es mucho más que una carrera. Mucho más que una distancia.

Sin considerar el factor humano, del que luego hablaré, existen numerosos posibles problemas que pueden provocar que no acabes una maratón. Suponiendo que la hayas preparado correctamente (es decir, que durante varios meses te hayas sometido a un entrenamiento específico donde combinas sesiones de muchos kilómetros con otras de menos pero más intensas, series de calidad, gimnasio, etc; y esto es igual seas popular o profesional, en el caso de estos últimos multiplicado por dos o por tres…), corriendo una maratón, después de un determinado instante donde ya has consumido todos tus hidratos de carbono, empiezas a tirar de glucógeno y después de grasas, y llega un momento donde no tienes nada de lo que tirar, nada que quemar, y llegar a meta es un puro ejercicio mental. Pero además puede hacer frío, y puedes entrar en hipotermia (no tienes calorías que te permitan generar calor), o puede hacer mucho calor y te puedes deshidratar, o sufrir un colapso por falta de sales. Puede nevar, llover, hacer viento.

Pero a todo lo anterior hay que sumarle el factor humano: tú y tu cabeza. Tú y tus decisiones. Te puedes equivocar y elegir mal el ritmo de carrera, y los síntomas de agotamiento pueden aparecer muchos kilómetros antes. O te puedes equivocar en el tipo de entrenamiento que a ti te conviene, y el sufrimiento al final de la carrera puede ser inaguantable. O sencillamente, no has entrenado suficiente y no estabas preparado para afrontar ese esfuerzo. O no te has alimentado bien las semanas previas a la carrera, no almacenando la suficiente energía para superar los primeros treinta kilómetros con cierta dignidad. O has elegido mal la ropa que llevas, la gorra o la camiseta. O no te pusiste suficiente vaselina allí donde más roza. O se te ocurrió probar un nuevo gel de glucosa en la carrera y te sentó mal. Pero incluso entrenando bien, eligiendo bien el ritmo, hidratándote de forma correcta, alimentándote de forma apropiada, incluso haciendo todo eso bien, por alguna causa no prevista te puedes lesionar a mitad de carrera y esa lesión te obligará a dejarla: calambres, tirones,… ¿son lo suficientemente graves? No distingues si ese dolor puede ser importante o es solo fruto de la propia carrera. Tu cabeza empieza a cavilar la posibilidad de retirarte, más que nada porque si te pasas, a lo mejor es tu última carrera. Solo después de correr varias maratones puedes (y no siempre) distinguir lo que es ‘normal’ de lo que es ‘extraordinario’, teniendo en cuenta que todo lo que sientes es extraordinario.

Se puede correr una maratón de diversas maneras, pero si la corres tratando de cumplir un objetivo de tiempo, siempre se sufre. Seas popular o seas profesional. Llegará un momento donde ese sufrimiento hará que tu cabeza te plantee dudas. Sobre si debes seguir o abandonar. Sobre si merece la pena ese sufrimiento. Y es ahí donde la fortaleza de tu mente te permite superar esas dudas y seguir adelante no con las piernas, sino con la cabeza. Corres como un autómata. ‘No hay dolor’, piensas zancada tras zancada. No te paras, porque sabes que como pares es posible que no vuelvas a correr. Te apoyas en esos amigos que te gritan al final dándote ánimos, llevándote en esa nube que solo conocen los que han estado allí arriba.

Cuando acabas una maratón, donde a veces renuncias a mejorar tu tiempo por ayudar a un amigo, o para evitar una lesión, o donde la lluvia o el calor han convertido la carrera en algo realmente duro y aun así te ves recorriendo esos últimos 192 metros con la pancarta de META al fondo, o donde después de sufrir mucho consigues tu objetivo ‘sub-algo’ y te sientes como si hubieras batido el record del mundo (de hecho has batido TU record del mundo), sientes una felicidad difícilmente comparable con nada. Has terminado, lo has conseguido. Acabar una maratón, acabes como acabes, siempre es un triunfo, porque has superado todo un mundo de inconvenientes, y sobre todo porque tu cabeza ha vencido a tus piernas.

Cuando después de esa experiencia casi mística alguien te pregunta: ¿En qué puesto has quedado? O ¿cómo has quedado?, realmente no sabes ni qué contestar ni cómo tomártelo. Yo, desde hace mucho tiempo siempre contesto lo mismo: “Quedé primero de mi categoría”. A veces, alguno de los ignorantes que preguntan, insisten: ¿Cuál es tu categoría? Y mi respuesta, siempre sonriendo, siempre es la misma o parecida: “varones nacidos en Melilla el 4 de mayo de 1959” (hasta ahora, que yo sepa, siempre he sido el único y el primero en mi categoría).

miércoles, 11 de agosto de 2010

Sudor

Recorrido Playazo-Camino de Arriba-Camino de En Medio-Playazo

Antes de empezar a correr, ya estoy sudando. No sé a qué temperatura estamos, pero hace mucho, mucho calor y hay mucha humedad. Arranco justo en la desembocadura del río Chillar, en un lado de la playa conocida como el Playazo. Y echo a correr hacia Marinas de Nerja por el camino que bordea la playa. El camino es llano y corre una ligera brisa, pero la llevo a la espalda, por lo que no noto ningún alivio térmico. El calor es aplastante. Intento fijar un ritmo cómodo, pero incluso yendo despacio se hace fatigoso el correr. No han pasado cinco minutos y ya tengo en la camiseta un medallón del tamaño de un melocotón a la altura del esternón y otro un poco más pequeño a la altura del ombligo. Sudor.

Siempre he dicho que me gusta correr con calor, porque hasta que no rompo a sudar no me encuentro cómodo… Ahora no te quejes.

Llego al final del Playazo y tuerzo a la derecha para, cruzando la antigua N-330, tomar la rivera de un arroyo seco que cae al mar entre cañaverales. El camino es como una mufla de cañaverales, donde el poco aire que corre es caliente. Ya no tengo medallones en la camiseta, sino una banda ancha que me cubre todo el pecho de arriba abajo. Sudor.

Paso por delante de la entrada al ‘Camino de En medio’ una carretera rural que discurre paralela al mar, por encima de la antigua nacional, entre huertos, un camino agradable de pasear (cuando el sol ha caído). Pero sigo adelante entre los cañaverales, hasta encontrar lo que yo llamo ‘el camino de arriba’. Está más alejado del mar, pero también discurre paralelo al mar entre huertas. La diferencia es que, desde este lugar, tiene por delante un desnivel importante hacia arriba. Siete cuestas, o cinco cuestas, según se cuenten. Algunas de desnivel importante. El paso se reduce, y noto que todo mi cuerpo suda.

Solo llevo recorridos 3 km y tengo de cara una de las cuestas de más desnivel, cuando casi estoy arriba, me caen unas gotas en las manos. ¡No puede ser, no puede estar lloviendo! Mi gorra se había empapado y desbordaba el sudor por la visera. No era lluvia, solo sudor.

AL final del Camino de Arriba, se llega a un pequeño polígono y a través de una pequeña carreterita a la antigua carretera de Frigiliana (hoy ramal que une la antigua N-340 con la autovía A7). Tiro hacia abajo, un respiro de cuesta abajo. Esta vez el viento me da algo de cara, por lo que se mitiga un poco la sensación de asfixiante bochorno.

Al llegar a la rotonda esta la entrada, por el otro lado, del Camino de En medio. Es un paseo agradable cuando no hay sol, ya que es un falso llano, que tomado desde este lado pica más hacia abajo que hacia arriba. La mayoría del camino permite ver a la izquierda, al fondo, el mar. De frente la montaña. Y a los lados las huertas llenas de todo tipo de frutales: platano, mango, limón y, sobre todo, aguacate. Para algo estamos en la parte más tropical de Europa. También se ven parras, melones, chumberas, un poco de todo. Y sobre todo soledad. Y la mayoría del tiempo silencio. Silencio que solo se rompe de vez en cuando con algún perro que trata de defender sus dominios detrás de una verja, alguna moto rural que viene o vá y las chicharras, que con tanto calor, entran en sintonía y vibran de forma característica. Se acabó el aire de levante que me daba de frente y otra vez me oigo respirar y noto como el sudor me cae, haciéndome cosquillas, por la espalda.

AL final del camino se vuelve a llegar al sendero en la vereda del arroyo seco, en medio de dos filas de cañaverales. Aunque la ligera brisa esta vez es de frente, apenas se nota y vuelve a arreciar el bochorno. Por fin llego a la N-340 que cruzo para llegar, de nuevo, a El Playazo.

La entrada a la playa se hace a través de una pequeña vaguada (de hecho la desembocadura del arroyo seco, que marca territorio para dejar memoria de que de vez en cuando trae agua), y se nota, aunque parezca mentira que pueda hacer más, un bofetada de calor. A los pocos metros de correr junto al mar, una pequeña brisa te ayuda a sobrevivir.

Ya solo me queda poco más de un kilómetro para llegar a mi meta, pero ese kilómetro, totalmente llano, se me hace muy cuesta arriba. Me quito la camiseta, totalmente empapada, para darme la ilusión de que así tengo menos calor, y por lo menos me quito un peso de encima. En los últimos metros, la pesadez de las cuestas del Camino de Arriba me pasa factura. Y finalmente llego. AL ritmo que he corrido, muchos de mis amigos corredores dirían que he hecho unos pocos kilómetros ‘basura’, pero yo me siento igual de feliz que si hubiera acabado, por lo menos, una media maratón.

Busco una sombra con desesperación para poder estirar, y después de diez minutos, satisfecho, me voy a bañar. Allí donde estuve estirando dejé en el suelo un charco de sudor. Solo sudor.

Maratones que he corrido

  • Maratón de Madrid: 2004 (3h 58m), 2005(3h 56m 42s), 2006(4h 15m 34s), 2007 (4h 06m 49s), 2009 (3h 40m 20s), 2012 (3h 19m 36s), 2013 (3h 13m 59s), 2014 (3h 40m 58s), 2015 (3h 19m 33s), 2017 (3h 58m 12s), 2018 (3h 45m 4s), 2019 (4h 6m), 2021 (4h 11m 56s), 2022 (4h 8m), 2023 (4h 11m 51s)
  • Maratón de Donosti: 2007 (4h 4m 52s), 2017 (3h 38m 40s)
  • Maratón de Toral de los Vados: 2008 (4h 11 m 16s)
  • Maratón de Marrakech: 2009 (3h 58m 4s)
  • Maratón de Oporto: 2009 (3h 30m 34s)
  • Maratón de Zaragoza: 2009 (3h 56m 32s)
  • Maratón de Sevilla: 2010 (3h 47m 27s), 2019 (3h 50m 13s)
  • Maratón de Boston: 2010 (3h 29m)
  • Maratón de Nueva York: 2010 (3h 28m 38s), 2019 (3h 55m 38s)
  • Maratón de Málaga: 2010 (3h 52m 16s)
  • Maratón de París: 2011 (3h 29m 43s)
  • Maratón de Berlín: 2011 (3h 23m 28s), 2022 (4h 5m 40s)
  • Maratón de Castellón: 2011 (3h 20m 14s)
  • Maratón Misteriosa (Tres Casas, Segovia), 2013 (3h 54m)
  • Maratón de Chicago: 2013 (3h 25m 37s)
  • Maratón de Londres: 2014 (3h 27m 58s), 2016 (4h 1m 18s)
  • Maratón de Amsterdam: 2014 (3h 28m 6s)
  • Maratón de Lisboa: 2015 (3h 34m 56s)
  • Maratón de Valencia: 2016 (3h 40m 32s)
  • Maratón de Tokio: 2017 (3h 39m 38s)
  • Maratón nocturna de Bilbao: 2018 (3h 44m 32s)
  • Maratón de Valdebebas: 2020 (4h 01m 49s), 2021 (4h 20 min.)
  • Maratón de Polvoranca: 2021 (4h 39m 25s)

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