Un día empecé a correr. Por hacer algo de deporte. Y un poco
más tarde me apunté a una carrera de 5 km. Antes de ese momento apenas era
capaz de correr 5 km seguidos. Más tarde, algo más tarde, decidí apuntarme a
otra carrera, esta vez de 10 km. Hasta ese momento, apenas era capaz de
entrenar más de 10 km. Y vinieron otras carreras de 10k, hasta que un día decidí apuntarme a una media maratón. La
media maratón de Madrid. Eso fue en el año 2003. Aún recuerdo mis temores por
pensar si iba a ser capaz de acabar, si me iba a lesionar, desfallecer. Y mi
alegría al entrar al histórico estadio Vallehermoso, que era donde acababa
entonces la Media, donde me esperaba toda mi familia para celebrar la proeza.
Por aquel entonces, soñaba, como algo casi irrealizable, con
la posibilidad de correr algún día una Maratón. Y sobre todo me motivaba la
posibilidad de estar algún día cruzando el puente de Verrazano, entre Long
Island y Brookling empezando la Maratón de Nueva York. Algo así como un
objetivo vital: “no me moriré sin haber corrido antes una Maratón”. Y el
objetivo se cumplió. Casi sin entrenamiento específico y tirando de pundonor,
acabé mi primera Maratón (y fue en Madrid) en el año 2004. Aún recuerdo las
lágrimas de felicidad al entrar, entonces, en la meta del Paseo de Recoletos. Y
después llegaron otras muchas maratones, y entre otras Boston, Nueva York,
Berlin, Chicago y Londres. Me convertí en todo un converso de las carreras. Al entrar en este mundo me propuse hacer las “5
Majors”, las 5 grandes. Y cuando ya tenía en el bote las 5, la IAAF se saca de
la manga una sexta Major: Tokio.
Todas las maratones las corrí siempre sin
tener que acudir a una agencia que te consigue el dorsal a base de pagar una
buena cantidad de dinero. Corriendo “por tiempos” o gracias al sorteo “puro y
duro”. Pero Tokio se resistía. Más allá de pagar a una agencia, la única manera
de poder correrla era participando en el sorteo de dorsales. Y por fín, después
de participar en cuatro sorteos, me ha tocado el año 2017. Ya tengo a tiro las
“6 Majors”.
Queda menos de un mes para la Maratón de Tokio, y una vez más planea sobre mi cabeza la incertidumbre. ¿Pasará algo que me impida correr?.
Como aquel año que a dos semanas de la Maratón de Madrid me ingresaron de
urgencias con una diverticulitis aguda. O ese otro año que a falta de cuatro
días de la Maratón de Chicago tuve un accidente de moto. Además de lo que mi
amigo Javi Sanz llama “las cagaleras de la muerte” para resumir todos los males
que acaecen en las fechas próximas a una maratón (especialmente la última
semana), y que la mayoría de las veces tienen una causa psicológica, esta vez,
hay motivos para estar preocupado: mal entrenamiento por causas “laborales”,
una tendinitis en un pie, dos metatalsargias,… más lo que pueda caer… Una vez
más, llega la hora de la verdad, y hay muchas dudas. Pero la ocasión de cerrar
un ciclo, está ahí delante. Completar las 6
Majors. Seguro que si llego a la línea de salida, lo daré todo para acabarla con dignidad. La
pregunta es: ¿y después qué?.
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