PREVIO A LA MARATÓN
Como ya narré en estas mismas páginas, la semana previa a la maratón se presentaba con muchas incertidumbres. Siempre antes de las maratones uno ve sombras por todos lados, pero esta vez se juntaban distintas inseguridades que incluso podían, aparentemente, hacer peligrar mi participación. Felizmente Iberia y sus pilotos no hicieron ninguna de las suyas (el retraso en los vuelos previos fue normal), el clima en el sur de Suecia fue lo suficientemente benigno para que no hubiera contratiempos en el aeropuerto, y mi tos se fue reduciendo a costa de distintos jarabes y pastillas que tomé compulsivamente para asegurarme un mínimo de dignidad el día de la Maratón. Así pues, el viernes anterior a la carrera, puede tomar el vuelo Madrid-Marrakech sin ningún contratiempo digno de reseñar.
LA CIUDAD
¿Qué decir de Marrakech que no se haya dicho?. Quizás mis sensaciones personales. Una ciudad para ser visitada, pateada, vista, olfateada, oída, palpada, sentida. Una ciudad para ser disfrutada con los cincos sentidos.
A través del olfato nos llegan aromas de sus cocina, sazonada con especias que invitan a probarlo todo, olores de las mil plantas de las herboristerías (‘farmacias bereberes’) que pueden curarlo todo, olores a veces desagradables, como los que emanan las piscinas utilizadas por los curtidores, llenas de excrementos de palomas y de otros seres vivos. Olores a humanidad, a chilaba, a henna, a fruta, a pan recién hecho.
A través del oído nos llegan los mil pitidos de las motocicletas y motocarros que nos obligan a quitarnos para no ser atropellados en las callejuelas de la medina. Los cantos y gritos de los charlatanes, las flautas de los encantadores de serpientes, los tamboriles de los vendedores ambulantes, las llamadas a la oración de los mujaidines, desde el amanecer hasta la puesta del sol, amplificados por los altavoces de las mezquitas,…
A través del gusto, los mil sabores de la fantástica cocina magrebí: el cous-cous, los tajines, la pastela, los dulces de almendra, los yogures naturales,… y ese maravilloso té a la menta con hierbabuena, muy dulce.
A través del tacto la sensación de tocar el cuero recién hecho, los aceites de mil aromas, el pan caliente recién salido del horno, la superficie de un huevo de avestruz,…
Y por último, a través de la vista, mil colores en la medina, en cualquiera de las mil tiendas distintas, donde encontramos mil variantes de babuchas, de chilabas, de lámparas, platos, colgantes, penachos,… Ese color del cielo al atardecer, desde la Plaza Jemaa-el Fna, con la Koutubia recortada en el cielo.
Y en esa ciudad encontramos lugares dignos de ser admirados, como la Madrassa ben Youssef, donde veremos artesonados, puertas y estancias que nos recordarán a la Alhambra, las tumbas Sadíes, lo poco que se puede ver de los jardines del Palacio Real; la Koutubia, hermana mayor de la Giralda; lugares curiosos, como las piscinitas de los curtidores, donde con cierta repugnancia (a causa del olor) se puede ver como se elabora el cuero; y lugares mágicos, como la Medina y la Plaza Jemaa-el-Fna.
En la Medina podremos sorprendernos con muchos detalles, y nos podremos perder, tanto en el sentido literal de la palabra (es un laberinto del que es difícil salir), como en el económico. Allí encontraremos imágenes sorprendentes, vehículos moviéndose de aquí para allá (desde carromatos tirados por borricos hasta coches), productos de todas las especies, personas de todas las edades. La Medina, compuesta por mil zocos, es un mundo lleno de vida y actividad, donde uno puede perder horas sin aburrirse, solo observando y viendo cómo transcurre el tiempo que allí puede alargarse o encogerse retando el principio de la relatividad. Gracias a una compañera de trabajo que me recomendó un Riad, me alojé en uno de estos establecimientos típicos, justo en medio de la Medina. Fue una experiencia muy positiva. No tienes algunas de las comodidades de los hoteles occidentales, pero a cambio gozas de un ambiente difícilmente superable por esos hoteles.
Y para terminar dejo la Plaza Jemaa-el Fna. Otro ecosistema inigualable, distinto según va avanzando el día. Es como un ser vivo que va cambiando con el tiempo. Nace por la mañana, va creciendo durante el día hasta alcanzar su plena madurez a la puesta del sol, para morir por la noche, pero solo hasta el día siguiente. Declarada patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, no por sus edificaciones, sino por las personas que la pueblan, algo único en el mundo. Aguadores, encantadores de serpientes, sacamuelas, oradores, charlatanes, curanderos, vendedores ambulantes, bereberes, tatuadoras de henna,… Al atardecer se forman corrillos alrededor de distintos espectáculos que van desde las peleas de niños (deplorable) hasta el baile del vientre. Y por la noche podremos cenar a un precio razonable, una vez hayan competido por nosotros los cientos de “captadores de clientes” que merodean por los alrededores para que te sientes en uno de los cientos de puestos que se montan y desmontan todos los días. Merece la pena perderse en la Plaza a cualquier hora del día, o saborear un te con hierbabuena desde cualquiera de las terrazas que dan a la plaza para contemplar el espectáculo que se nos ofrece.
LA CARRERA
La carrera arranca (y llega) en una de las zonas con hoteles “para turistas”. Una hora antes de la salida, estaban montando los arcos de salida y llegada y los detectores de chips. Ya entonces había un gran ambiente, donde, cómo no, destacaban lo muchos españoles que allí estábamos. Entre ellos un grupo muy números de Málaga (alguno con chilaba incluida), Asturias, Cartagena, Madrid,… Allí me encontré con Gabi, un chaval que conozco desde hace años y no veía en más de quince. Los españoles nos hacemos notar y dimos colorido y sonido a la hora previa a la Maratón. Entre los participantes, predominábamos los extranjeros, siendo los marroquíes menos de los que yo esperaba. Llamaba la atención que muchos de ellos llevaban mallas largas para correr (hacía algo de fresco a la salida).
También se ven muchos “acompañantes” con zapatillas de lona, o incluso de jugar al futbol, con sus tacos y todo. Grupos de personas de todos los lugares, que vienen para correr juntos. Entre ellos un grupo de nórdicas, todas rubias y esbeltas, pero de no menos de 60 años cada una. Allí en la salida me encontré con Jesús, de Madrid, con el que corrí prácticamente todo el rato.
Los primeros kilómetros transcurren en una zona residencial, con la impresionante vista del Atlas, nevado, como compañero de carrera. Solo esta visión durante muchos minutos, hace que merezca la pena correr esta carrera. Hacia el km 10, la carrera se mete en los jardines de L’Agdal, donde se corre en medio de naranjos y olivos. Es una parte realmente preciosa. El clima era realmente agradable para correr: algo fresco, un poco nublado, nada de viento. Hacia el km 12 nos encontramos con Antonio (“exiliado”) con el que compartimos carrera hasta el 35, y un poco más adelante con David, un madrileño que vive en Casablanca que nos dejó en el 30 (salió hacia delante con fuerza y decisión). Entre el 15 y la media maratón, la carrera se adentra en la zona con más animación, que es también la zona más pobre de la ciudad. Se pasa, murallas afuera, por la zona de los curtidores, fácilmente reconocible por el olor. De vez en cuando sube la animación cuando pasa un atleta marroquí. Y cientos de manitas de niños que quieren chocarla, o pedirte la botella de agua, o ¡el reloj!. En los ojos y sonrisas de esos niños se ve la distancia que separa nuestros mundos, y deseas haber podido darles no una, sino cien botellas, y no solo tu reloj, sino también tus zapatillas. Y sales de esa zona pobre, a través de unos pocos km de transición, a la zona del lujo desmesurado: el palmeral. Grandes mansiones, hoteles de lujo, campos de golf, muros de protección, guardaespaldas, coches de lujo. ¡Que contraste hay en solo unos kilómetros!. De los peladitos que con ilusión te alargan la mano, a los guardaespaldas que te sonríen displicentes desde el confín protegido de esos palacios. Y llegas al km 32, donde empieza una largísima avenida que te llevará hasta casi la meta, donde además compartes carrera con coches, motos, camiones, humo, cabreo de conductores,… Para colmo, la suavísima lluvia que dio comienzo cuando entramos en el palmeral, hacia el km 25, se convirtió en manta de agua hacia el km 30, y estuvo así cayendo durante más de diez minutos, que nos dejaron empapados y completamente helados. Y para colmo, a veces “pica” un poco hacia arriba (toda la carrera es bastante plana). Ya sin capacidad de generar energía, solo quedaba poder mantener el ritmo hasta el final. Y al final, como siempre, esa inmensa emoción que te llena cuando cruzas la meta. ¡Una maratón más!.
Según mi gps, mal medida (300 metros más). Las marcas de los km, colocadas de forma aleatoria (a veces cada 2,5 km, pero no siempre; en una ocasión, con 1 km de error). En los avituallamientos, solo agua. En dos puestos, unas bolsitas con un dátil, unas pocas pasas y un par de terrones de azúcar. En un puesto, una pocas mandarinas. A la llegada, dos mandarinas y otra botella de agua. No hubo comida de la pasta, y en la llamada feria del corredor, una tienducha donde pudimos coger el dorsal y una camiseta de algodón. Desde luego, si queréis venir a esta carrera, no lo hagáis por la organización. En toda la carrera, un grupo de tres chavales asturianos en bici (dos chicas y un chico), fueron animándonos a todos los españoles. Pero con todo, una carrera inolvidable, por esas muchas imágenes que nos traemos de allí, ese Atlas nevado, ese jardín de naranjos, esos niños animando.
Os animo a correr esta Maratón. La suma de todo (¡incluyendo los nuevos amigos!), hace que sea una experiencia muy positiva.
Todas las fotos en http://picasaweb.google.com/torcas59/Marrakech2009?feat=directlink
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2 comentarios:
BUENA SIPNOSIS, de tu viaje a Marrakech; eso tambien es parte del correr, el turismo activo que uno vive y que disfruta. Sin duda alguna JOSE M te veo satisfecho con éste tu 7 maraton.
Que mezcla de contrastes en una misma ciudad, y que bello todo... ENHORABUENA CAMPEON.
.........QUE PASE EL SIGUIENTE.
Encantado Torcas. A ver si nos conocemos en la Intercampus. Salu2 y buena crónica.
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