Todas las maratones
tienen algo especial, la maratón de Ámsterdam, también. Pero esta vez lo
especial no ha sido la ciudad (que lo es), o la carrera, o la organización,...
Esta vez lo especial ha sido la compañía.

Es de esperar que una
ciudad así, que además es totalmente plana, albergue una gran maratón, como así
certifica la federación internacional de atletismo, considerando la Maratón de
Amsterdam dentro de su categoría de carreras
de "Oro". Pero he de confesar que la Maratón de Amsterdam me
ha defraudado. La organización tiene numerosos puntos mejorables (por ser prudentes).
Gestión de ropero discreta, servicio de fisioterapeutas mal promocionado y
señalado, acceso a corrales totalmente infra-dimensionado provocando la
acumulación de miles de corredores tratando de acceder con mucha dificultad,
avituallamientos mal organizados y escasos,... No existe bolsa del corredor, ni
antes ni después (en meta una bebida isotónica, un vaso de agua, medio plátano
y dos gajos de naranja). Feria pasable, pero con ausencias notables. Camiseta
de 'finisher' de buen nivel, pero exageradamente pintada con marcas de
patrocinadores (cuando quien patrocinan la camiseta somos los corredores
pagándola aparte de la inscripción; vamos, doble o triple patrocinio). En la
carrera no hay liebres con globos por tiempos, y servicio médico poco
visible,... En fin, carrera muy mejorable desde el punto de vista de su
organización.
Si repasamos el
recorrido, en gran parte transcurre fuera del centro de la ciudad, llevando
muchos kilómetros por zonas donde no hay viviendas. Lo que puede ser muy bonito
para una tirada larga, se hace inmensamente aburrido en una maratón,
especialmente si apenas hay público a los lados de la carrera. Y en las zonas
más urbanas, poco público y de escaso entusiasmo. Público que se limita a
animar a sus conocidos y que prácticamente ignora al resto de corredores. Por
supuesto con excepciones, me temo que vinculadas a turistas y familiares de
corredores. Eso sí, la salida y entrada al estadio olímpico, un privilegio, y
algunas de las zonas naturales que se recorren, de una belleza incuestionable.
Por lo que se refiere a
mi carrera, peor de lo planificado, pero mejor de lo esperado. Cuando preparé
esta Maratón, pensé en hacer una buena marca personal, pero una contractura en
el gemelo izquierdo dos semanas y media antes de la carrera, pusieron en riesgo
que incluso pudiera correrla. Diez días parado y dos sesiones magistrales de mi
fisio de cabecera (Adrián), permitieron que pudiera estar en la línea de
salida, pero con muchas dudas. Dudas que fui disipando durante la carrera,
aunque me llevaron a unos últimos 14 kilómetros con mucho sufrimiento. Al final
cayó mucho el ritmo y entré con 8 minutos por encima de lo planificado, que
dadas las circunstancias, es para darse con un canto en los dientes.
Pero vayamos a lo mejor
de la carrera: la compañía. Fuimos a Amsterdam a correr un grupo importante de
compañeros (y amigos) del grupo de entrenamiento de la Universidad. Algunos a
correr Maratón (Carlos, Grego, Jose, Antonio, Fernando y yo mismo), otros a
correr Media Maratón (Araceli, Laura, Pepa, Carolina) y otros, como Jorge y
Jesús, lesionados, a animarnos y acompañarnos. También contamos con nuestras
familias que con su apoyo y compañía han hecho que este fin de semana sea
difícil de igualar. Es emocionante sentirse en una experiencia individual (cada
uno corre con sus piernas), pero colectiva (en un evento de miles de personas),
totalmente arropado por amigos que viven
como tú la experiencia, y por parejas que además de su cariño ponen su
convicción en nosotros. En mi caso, los 27 kilómetros que corrí con
Fernando, los metros que corrieron a mi
lado Jorge y Jesús (pasado el kilómetro 32, cuando las sombras de la
desesperación aparecen) y los ánimos de
Laura, Pepa, Carolina y sus familias tuvieron mucho que ver con el resultado de
mi carrera. Cuando al girar la última curva antes de entrar al estadio olímpico
vi a Carol, Pepa, Fernando, Irene,... gritando mi nombre, en mitad del dolor
que se siente en los últimos kilómetros y a falta de pocos metros para completar
la Maratón, no pude reprimir un gran sentimiento de gratitud y lloré como
cuando lloré al acabar mi primera maratón. Cuando al entrar al estadio olímpico
y me encontré, a mi mujer Ana y a mi
amiga Rubi apoyándome desde la grada, el
sentimiento de felicidad fue completo. Lo había vuelto a conseguir, esta vez
con la ayuda de un gran equipo donde todos cuidan de todos y todos se preocupan
por todos. Y con el apoyo en la
distancia de los que no pudieron viajar (Edu, Emilio, David,...) que nos
siguieron y enviaron todo su apoyo desde Madrid. Un gran equipo.
Como en todas las proezas
deportivas, hubo luces y sombras. Las chicas estuvieron todas soberbias:
Araceli, Carolina, Laura, Pepa. Pese al peor tiempo que tuvieron durante su
recorrido, se vinieron arriba haciendo unas carreras fantásticas. Jorge y
Jesús, enormes, incansables, acompañándonos a todos, y empujándonos hacia
delante. Jesús, después, se hizo la media maratón estando lesionado;
impresionante. El resto de chicos (quitando a Grego que entró en meta con su
niña en brazos y contento con su marca, y Rubén, un amigo de Jose que hemos
adoptado, que hizo su mejor marca) de alguna manera nos encontramos de frente
con la peor cara del maratón. Jose, tan exigente consigo mismo, desesperado al
no poder mantener el ritmo, casi abandona (Jose, habrá otras maratones -que no
se entere Rubi-, donde podrás demostrar otra vez tu inmenso talento en esto de correr). Carlos,
con lo poco que había entrenado, acabó, como siempre, dándolo todo. Fernando se
me quedó clavado en el 27 (como siento que no pudiéramos acabar juntos con un
gran abrazo). Pero todos pendiente de todos, de sus tiempos, de su esfuerzo,...
El grupo es nuestra fuerza y nuestra referencia. Ojalá volvamos a vivir algo
así.