El largo camino hasta Londres.
Feria del corredor |
Feria del corredor |
Conseguir un
dorsal para una Major no es una tarea sencilla, salvo que se compre a través de
una agencia de viajes (con el consiguiente aumento del coste de la aventura).
La mayoría de ellas tienen el sistema de "run for charities", pero
que implica movilizar mucha gente y dinero, lo cual no siempre es posible. En otras, el sistema es 'first arrive, first service', lo que
implica estar pendiente de cuando se abren las inscripciones y tratar de entrar
en el sistema muy al principio, porque normalmente se agotan en unas horas. A
veces la avalancha es tal que el sistema peta (como ocurrió el año que corrí en
Chicago) y se resuelve con un sorteo de entre los que se quedaron en el limbo
informático. Casi todas ellas tienen también un cupo reservado para un sorteo
(complicado porque la relación supera 10 a 1) y, por último, algunas tienen la
posibilidad de poder correrlas "por marca". Es decir que si acreditas
una determinada marca en otra maratón homologada en el último año (marcas
adaptadas a varias franjas de edad) consigues un dorsal, "te
cualificas" para tener un dorsal.
Antes de arrancar |
De todas las
Major, Londres es la peor. Conseguir un dorsal por sorteo es una auténtica
lotería (nunca mejor dicho). Yo lo intenté por lo menos cinco años. Me niego a
pagar una agencia y no tengo tiempo para recaudar los fondos suficientes para
correr por una ONG. Solo me quedaba la opción de la "cualificación". Durante años, la tabla de tiempos para optar a
un dorsal en Londres era la más dura de todas las Majors (ahora NY es algo más dura), y para mí el tiempo
que se me exigía era prácticamente imposible de obtener. Por eso, cuando el año
pasado, en la Maratón de Madrid conseguí el tiempo pedido, solo podía pensar en
el ansiado dorsal de la Maratón de Londres. Lo había conseguido.
Pero los
británicos son muy suyos, por eso son hijos de la Gran Bretaña. Cuando fui a la
web de la maratón para pedir que me reconocieran el tiempo, descubrí con
estupor que solo "los residentes en el Reino Unido" se podían
cualificar por tiempos. ¿Puede haber una medida más proteccionista y patriotera?.
Pasada la decepción inicial, decidí que ahí no iba a acabar mi camino a
Londres. Y tengo la suerte de tener a Ana Gallego, una antigua estudiante mía,
viviendo en Londres, que me invitó a trasladarme "de forma virtual" a
su casa. ¡Gracias a Ana iba a poder correr la Maratón de Londres!.
Envié a la
organización mi nueva dirección en Londres, mi certificado del tiempo de
cualificación de la Maratón de Madrid y copia de mi pasaporte donde figura mi
edad. En unos días recibí un correo electrónico diciéndome que no era
"elegible" hasta que no demostrara que realmente vivía en Londres
(¿les exigen esto también a los portadores de un pasaporte británico?, si no
fuera por la ilusión de correr la Maratón dan ganas de boicotear esta
organización). Me dijeron que tenía que enviar una factura o una domiciliación
a mi nombre en mi dirección de Londres. Y otra vez Ana acudió en mi ayuda. Me
contrató un teléfono móvil, con cuya factura conseguí "mi prueba de
domicilio". Una vez enviado esto a la organización, recibí un correo y un
código para poder inscribirme. ¡Estaba IN!. Esto ocurría 9 meses antes de la
fecha de la maratón.
A todo esto, para
complicar aún más las cosas, toda la comunicación a partir de entonces se
limitaba al correo postal, incluyendo el envío del "certificado original de
inscripción" que habría de presentar en la feria del corredor. Seis
semanas antes de la maratón, aun no había llegado. Se me ocurrió escribirles
para preguntar lo que podía ocurrir, y me contestaron que "como no sabían
nada de mí desde Julio, estaba fuera de la carrera". No daba crédito. Caí súbitamente
en un estado de depresión profunda hasta que puede reaccionar. Recopilé todos
los correos antiguos, el recibo de haber pagado la inscripción y volví a
escribirles "wondering" que pudieran estar equivocados. Y unos veinte
minutos después, efectivamente, me contestaron disculpándose, que era un error,
que habían buscado por apellido "Jose Manuel" y que no aparecía.
¡Uffffff, hijos de la Gran Bretaña!.
En el metro |
Unos días después
apareció en mi casa londinense el dichoso certificado. Y una semana después, tomándome
una cerveza en la Plaza de Santa Ana, con Ana y su novio Rob que estaban de visita
en Madrid, por fin tuve en mis manos el certificado. Ahora si que sí. La verdad
es que hasta ese momento no las tuve todas conmigo.
Cuando me
presenté en la feria del corredor con mi certificado. el agente que me atendía
me pregunta (no se con qué intención): "¿Acaba usted de llegar de
España?". Y yo, que iba preparado, le contesté: "No, yo vivo en
Londres".
Las cagaleras de la muerte.
Es como define mi
amigo Javi Sanz a todos los problemas y dolores que suelen aparecer,
especialmente, la semana anterior a una maratón. La mayoría, fruto de la mente,
pero en muchas ocasiones fruto del final de una larga preparación física muy
costosa. Que si un dolorcito aquí, una sobrecarga allá,...
El entorno de la salida |
Cuando empecé
todo el papeleo para correr en Londres, decidí empezar una migración personal
hacia el minimalismo (para aquellos no corredores, el minimalismo es una forma
de correr que trata de reproducir la manera de correr descalzo). Ello requería
de varios meses de adaptación, por lo que decidí que si corría Londres iba a
ser mi estreno minimalista en Maratón. Dos meses antes de la maratón, ya hice
una tirada de 26 km al estilo minimalista y sin problemas. Y me compré unas
zapatillas minimalistas, ya sí. Hice otra tirada larga con las nuevas
zapatillas (esta vez de 32 km) y también sin problemas. Estaba preparado para
Londres "minimalista". Pero justo tres semanas antes de la maratón, en una salida por una
zona pedregosa, pisé hasta cuatro veces sobre pedruscos angulosos que me
inflamaron una de las plantas del pié. Vamos, que me salió una especie de
canica dolorosa justo en mitad del metatarso. ¡A tres semanas!. Poco a poco, me
fue bajando la inflamación y a diez días del día D, ya casi no me molestaba.
Bueno, todo volvía a la normalidad. Pero algo más tenía que pasar.
El sabado de la
semana anterior, aprovechando que iba a "descansar", ayudé en una
mudanza de muebles. A quien se le ocurre. Escalera arriba, escalera abajo,
carga esto, carga aquello,... Toda la mañana de trajín. Al día siguiente, sobrecarga
de caballo en cuadriceps y vasto interno (especialmente en la pierna que tengo
operada). Saltan todas las alarmas. Casi no puedo andar. Salgo a rodar un par
de días, con tranquilidad, y aquello no bajaba. Parada total y árnica a
toneladas. Día a día, afortunadamente, fue bajando el dolor y el viernes, día
que viajaba a Londres, prácticamente había desaparecido.
La organización de la maratón.
Podríamos que
decir que perfecta. Cuando ocurren desastres en MAPOMA (como el del año pasado
con el guardarropa, o las medallas en meta) y argumentan lo difícil que es
mover a "tanta" gente, podrían pasarse por Londres para aprender
algunas cosas. La feria del corredor, inmensa y con todo tipo de stands, como
es de esperar en un evento así. La señalización para recoger dorsal, chip,
bolsa del corredor, perfecta. Por si acaso, muchos voluntarios ayudando. Lo mismo en la organización en salida y meta.
En la salida, se distribuye a la gente en tres áreas distintas (por colores, el
mío es el verde) y en las tres se sale por corrales (de acuerdo con el tiempo
acreditado). Sin aglomeraciones, todo sobredimensionado (menos los urinarios,
por poner una pega). Zona de espera y calentamiento, justo al lado de los
cajones. Yo entré 15 minutos antes de la salida. En meta, en menos de 15
minutos ya tenía mi ropa. Excepcional.
Lo "menos
positivo" es que la camiseta de "finisher" es un poco cutre (de
algodón). Y que en meta el avituallamiento es un poco escaso (agua, isotónicas
y una manzana).
Un aspecto que
distingue la maratón de Londres y que creo es muy significativo, es que hay
miles de personas que corren en beneficio de ONG's. Eso redunda también en la
animación de la carrera, ya que a lo largo del recorrido voluntarios de cada
ONG animan sin descanso a aquellos que corren de forma solidaria. Cada vez que
un corredor solidario pasa delante de los voluntarios de su ONG, el griterío es
ensordecedor. Y eso ocurre a cada metro.
El día de la maratón.
Para llegar a la
zona de salida tenía que coger el metro (con un transbordo) y un tren de
cercanías, y recomendaban estar allí 90 minutos antes. Echando el tiempo atrás,
tenía que salir del hotel sobre las 7.15 (para una salida de la maratón a las 10). Amanece un día espectacular (para
Londres): sol, no mucho calor y sin viento. Todo perfecto para correr. La
organización tenía voluntarios en la estación de cercanías para ayudar que
nadie se perdiese y que la marea humana que corría esta maratón (más de 42000
personas) llegara a tiempo al punto de salida.
Hasta ese momento
no había percibido "ambiente de maratón" en la ciudad. Siempre que
viajo a una maratón internacional, ya desde el avión vas identificando posibles
corredores. Esta vez, hasta la misma mañana de la maratón se podría decir que
no existe en la vida de la ciudad. Lo cual me hacía pensar que a lo mejor no habría
mucha gente animando. ¡Qué equivocado estaba!. Ya en el metro, desde muy
temprano, riadas de corredores. El tren de cercanías abarrotado. Llegué a Maze
Hill, parada próxima a la salida, a las 8.30 (justo 90 minutos antes). Desde allí, hasta la zona de corrales, un buen paseo por un barrio
residencial-campestre de unos 20 minutos, todo muy bien señalizado y con
voluntarios en los posibles puntos críticos.
En la zona de
salida, una gran explanada verde para poder relajarte, zona de hidratación (con
agua e isotónicos), el ropero muy bien organizado, y mucho ambiente. Entre
otras cosas porque en nuestra salida (la "salida verde") estaban
todos aquellos corredores disfrazados que querían formar parte del Libro
Guinnes de Records ("el primer corredor en acabar una maratón vestido
de...") y realmente había mucho color y disfraces totalmente
profesionales. De cabina de teléfono, de rinoceronte, de jockey, de hombre de
negocios, varias novias (hombres y mujeres), en fín, la imaginación al poder.
Había hasta un cruzado con cota de malla. Además de los disfrazados, había por
allí "celébrities" que iban a correr la maratón. Yo no conocía
ninguna. La gente de élite partía en la "corriente roja" y las
celébrities por la "corriente verde". Justo al lado de salida un set
de la BBC narrando todo en directo, incluyendo entrevistas.
Yo estaba en el
primer corral, pero no tuve necesidad de entrar hasta casi al final. En la zona de espera daba mejor el sol, había más ambiente y se podía
corretear. Todo estaba perfecto: la temperatura, el ambiente,... y me
encontraba bien. Decido salir con la camiseta de tiras y una de algodón de
manga larga para protegerme del fresco que hacía.
A falta de 15 minutos me meto en el corral, a escasos cinco metros de la salida. Nunca he
salido tan cerca en una maratón grande. De hecho después tardé 14 segundos en
rebasar la salida. Y se repite lo de todas las grandes citas. Caras nerviosas,
saltitos, animos,... Y empieza el show de las celebrities. Se
monta un set de fotógrafos (¡más de 20!) y los famosos y pseudofamosos empiezan
a pasar por una alfombra roja, con posado incluido. Al principio, los supuestamente más conocidos, de uno en uno,
y luego en tropel. Los sitúan justo detrás de la línea de salida, delante del
primer corral (en el que yo estaba).
Luego, a través
de una gran pantalla vimos la presentación de las auténticas estrellas, los
corredores de élite, que salían en la "corriente roja". Allí estaba
todo el firmamento maratoniano del momento: Emmanuel y Geoffrey Mutai, Kebede,
Kipsang, Biwoff, Mekonnen, Mo Farah,... Entre todos ellos todos los posibles records, campeonatos mundiales, olimpiadas,... Una autentica selección de lujo. Estaba también Haile
Gebregelesse que iba a hacer de liebre.
Después la cuenta
atrás: 10, 9, 8, 7.... ¡salida!
La carrera.
Lo primero que
ocurre es que las celébrities, por supuesto corredores paquete, forman un tapón
enorme. Los primeros cien metros los pasas sorteando-empujando pseudofamosos
para poder avanzar. Y una vez superado este primer obstáculo, la carrera enfila
hacia abajo. El entorno bonito, la temperatura adecuada y cuesta abajo. Todo
incitaba a correr. Y corrí. Corrí quizás demasiado. Empecé a un ritmo demasiado
rápido que al final pagué, pero en aquel momento parecía que iba a ser posible.
Los primeros kms., por el barrio de Charlton, me recordaron la salida del
maratón de Boston saliendo de Hopkinton. Desde el principio gente animando.
Mucha gente. En seguida, por New Charlton aquello se parecía al paso por Brooklyn,
en la maratón de NY, con miles de personas a ambos lados. La maratón
va pasando por distintos barrios, todos residenciales y siempre abarrotados de
gente. De alguna manera se va en paralelo a los meandros del río. En el km. 20 se
pasa por uno de los puntos espectaculares de la carrera, por encima del puente
de Londres. Después se gira a la derecha, en dirección a los Docks. Durante
varios kilómetros se pasa una zona donde por la otra acera viene la cabeza de
la carrera y donde tuvimos la suerte de cruzarnos con toda la élite compitiendo
es su kilómetro 35. Cuando nos cruzamos con Mo Farah (de nacionalidad británica)
el estruendo se hizo ensordecedor. En muchos lugares de la carrera los
decibelios no tenían nada que envidiar al "screaming tunnel" de la
maratón de Boston.
Cuando se llega a
los Docks, con su puentes, la maratón recuerda a la maratón de Chicago. Se
vuelve por el mismo camino para enfilar, paralelo a río, a la zona más
monumental de Londres. Se vuelve a pasar cerca de la Torre de Londres y llega
la hora de la verdad, donde hay que sufrir. Con el río a la izquierda se
afrontan los últimos kilómetros. A la altura de Embankment se pasa por un tunel
de casi un kilómetro, lleno de globos iluminados, cada uno de ellos, con un
mensaje de ánimo: "No lo dejes", "Ya casi has llegado",
"Animo", "El dolor es pasajero", "Lo has conseguido". Pese a ser un tunel, es
precioso y realmente te motiva. Y al salir, ya se ve al fondo el Big Ben. Se
deja el Big Ben a la izquierda para girar hacia Buckingham Palace y, por fín,
la meta. Miles y miles de personas te acompañan con sus gritos. Es realmente
emocionante. Parecido a la llegada con la puerta de Brandemburgo en Berlín,
pero con más gente y en un entorno, si cabe, más majestuoso. Ha merecido la
pena llegar hasta aquí.
MI carrera.
Mi salida fue
fulgurante, cuesta abajo y con ganas de correr. Marqué unos primero parciales
que me llevarían a mejorar mi mejor tiempo. Primer error de principiante. Pero
las cosas se empezaron a torcer. Pronto sentí en mis pies sendas ampollas que
me hacían dolorosa cada pisada. Antes de la media maratón un dolor en la ingle,
herencia de una muy antigua lesión, apareció de repente. Y a partir de la media
maratón, donde la pendiente no era tan beneficiosa, empecé a bajar el ritmo. Los
primeros 10k a 4,30; al final de la media maratón, a 4,40. Al final de los 25k
ya iba a 4,50. Para tratar de recuperar fuerzas eché mano de uno de mis geles,
que a la postre resultó estar caducado (segundo error de principiante), lo que
a los pocos minutos me obligó a vomitar. Y de ahí hasta el final ya no fue lo
mismo. Mi ritmo a los 30k era de 5, a los 35k de 5,18 y casi en meta de 5,45. Mi
sensación era que me iba arrastrando. Gracias a los miles de personas que nos
jaleaban pude llegar con cierta dignidad. Al cruzar la meta, como siempre, una
inmensa alegría y lagrimas de emoción. Lo había vuelto a conseguir. Mi quinta
Major. Irrepetible por muchos motivos. Después de recibir mi medalla y una
bolsa con avituallamiento, al beber un trago de isotónica, volví a sentir
nauseas y ya no quedó nada dentro de mí.
Despacio me fui
recuperando y disfruté del momento. Terminé mi primera maratón con "pisada minimalista", la número 22, la quinta Major. Costó llegar hasta allí, pero mereció la
pena.
Con la maratón de
Londres culmino las "5 Marathon Majors" históricas. Ahora las Majors
son seis, desde que el año pasado la Federación Internacional de Atletismo
incluyó Tokio entre las Majors. Pero las históricas (Boston, NY, Chicago,
Berlin y Londres) ya las tengo todas (y todas por debajo de 3h 30 minutos).
Todas has sido especiales, cada una por distintos motivos, pero después de
acabarlas, creo que la más completa, "la madre de todas las
maratones", es Londres. No se si por ser la última. Porque me ha costado
tanto. Por el buen día que amaneció, donde todo acompañó al espectáculo. Lo
cierto es que combina parte de lo que las otras cuatro tienen, y en su
recorrido uno encuentra trozos de las otras cuatro. Y en todas hay mucha gente
animando, pero Londres es, sin duda, donde más gente hay empujando a los
corredores. Bueno, habrá que ver algún día por qué han hecho Major a Tokio. :-)