Hace un par de
semanas andaba un poco preocupado por una calcificación que me ha salido en el
talón izquierdo y que me producía dolor al correr. Estaba a pocos días de la
Maratón de Chicago y me preocupaba que los 42,195 km me perjudicaran hasta la
posibilidad de desarrollar una fascitis plantar. Cosas de los maratonianos. Las
semanas previas a una maratón agudizamos nuestros sentidos y somos capaces de
detectar y despertar cualquier pequeño dolor, cualquier pequeña molestia y
normalmente, exagerarla. Es un fenómeno bien conocido y solemos llamarlo (sic)
“las cagaleras de la muerte”. Pero me hice una radiografía, y la calcificación
estaba ahí. Como quedaba poco para la maratón y el entrenamiento ya estaba
hecho, decidí bajar un poco más de lo normal la intensidad de los
entrenamientos para llegar a Chicago lo más entero posible.
El sábado antes
de la semana de la maratón estuve dando una charla sobre la Maratón de NY,
charla que me ayudó a canalizar los nervios que se empiezan a sentir antes de
una maratón grande y el domingo empecé a preparar mis cosas. Cuando hay un
vuelo internacional de por medio, conviene llevar todo lo imprescindible para
la carrera (zapatillas, camiseta, pantalón, calcetines, gps, tiritas cubre
pezones, imperdibles, gorra, gafas, vaselina, geles,…) en el equipaje de mano.
Si te pierden la maleta con todo dentro la faena es monumental. Con
meticulosidad, disfrutando de cada cosa, fui seleccionando y metiendo en una
mochila de viaje cada una de las prendas, de los objetos. Fui tachando línea
por línea cada una las cosas imprescindibles que iba a necesitar. Preparé mis
dólares y mi pasaporte, así como toda la información del hotel, el avión y la
inscripción. Repasé como llegar a la feria del corredor.
El lunes de la
semana del maratón, cuando llegaba a la Universidad, circulando con mi moto a
muy poca velocidad y casi viendo la barrera del parking, el coche de delante
frenó de forma súbita. Perdí la atención
un segundo, lo suficiente para no poder esquivarlo. En ese instante que luego
recuerdas durante horas y días, traté de
evitar el choque, pero me encontré con el coche de delante. Noté un dolor
infinito a la altura de la rodilla izquierda, como si me estallara, al tiempo
que la parte frontal de la moto se hacía añicos. Y me caí. Y lo primero que me
vino a la cabeza fue la Maratón de Chicago. ¿Cómo somos así los que corremos?.
Podía tener huesos rotos, daños en la cabeza, rozaduras,…, pero lo único que me
vino a la cabeza fue la Maratón de Chicago. De repente pasaron por mi mente los
cientos de kilómetros que hice para prepararla, las tiradas largas, los
madrugones para entrenar,…
Muy dolorido me
levanté y después de comprobar que mi problema era “solo la rodilla”, planté el
pie en el suelo y comprobé que podía andar sin dolor extra. “Fantástico, a lo
mejor aun puedo correr”, fue lo siguiente que pensé. A mi alrededor ya había
numerosas personas muy preocupadas por mi estado, incluyendo dos policías
municipales y en seguida sanitarios del SAMUR. “¿Pero cómo se ha quitado el
casco?” me dijo uno de ellos.¡Pero que insensatos nos volvemos!.
De allí me
llevaron a urgencias, donde comprobaron que mis cervicales estaban bien. Como
podía mover la rodilla en todas las direcciones y la hinchazón no era aun muy
grande, me mandaron a casa con instrucciones de un ibuprofeno cada ocho horas y
hielo. Como andar podía andar, anduve. Andando sentía y pensaba que si después
del accidente podía andar, pasados unos días podría correr…
Pasadas unas
horas la rodilla creció de tamaño, al tiempo que el dolor también crecía. Por
la noche el volumen casi triplicaba el de la rodilla sana y el dolor era
insoportable. Una vez en urgencias al día siguiente, el primer pronostico
(ecografía) era de rotura parcial del tendón y musculo del cuádriceps. Y el
mundo se vino abajo. La predicción de meses de inmovilidad, y sobre todo, que
la Maratón de Chicago iba a tener que esperar. En aquel segundo de indecisión
tiré por el desagüe no solo una carrera soñada, sino planes profesionales, otras aficiones (participo en un grupo de
teatro con el que íbamos a estrenar en noviembre, también después de meses de
trabajo),…
Hoy, doce días
después del accidente, me puedo considerar afortunado. Me operaron la rodilla y
vieron que el tendón no estaba dañado, por lo que el diagnóstico mejoró
sustancialmente y las previsiones de recuperación mejoraron. Y pudo ser mucho
peor, siempre puede ser peor. Tengo suerte porque tengo una esperanza de mejoría.
En este mismo
blog escribí hace poco: “las maratones se empiezan a correr mucho antes del día
D”. No sabía cuanta razón tenía y cuanto me va a costar llegar al corral B de
la maratón de Chicago.