El aprendiz de maratoniano

Historias sencillas de carreras

domingo, 15 de noviembre de 2020

Maratón de Valdebebas (tercera edición)

Partiendo de la base de que no hay “maratones pequeñas”, porque TODAS tienen 42,195 metros, muchos corredores de maratones nunca han experimentado correr una maratón alternativa, clandestina, misteriosa, casera… y realmente no saben lo que se pierden. Son maratones que no tienen el glamour de una Major, o de cualquier maratón multitudinaria. Pero tienen otros valores, a lo mejor menos tangibles, pero que llenan y satisfacen tanto o más que los que tienen esas otras maratones mal llamadas “grandes”. 

 La aparición del COVID19 en nuestras vidas, y la sensación de que ha llegado para quedarse y transformar muchos de nuestros hábitos, ha hecho que el mundo de la maratón también se vea trastocado. En este nuevo mundo, los que queremos seguir experimentando lo que es correr una maratón de verdad (una maratón virtual, es muy meritoria, pero no es una maratón), las maratones alternativas suponen una gran oportunidad de sentir “otras sensaciones”. En estas maratones, a la dificultad de la prueba en sí misma, hay que añadir dificultades vinculadas a recorridos pequeños (con muchas vueltas), o recorridos agrestes y muchas veces mucha y auténtica soledad (aquí sí que existe la soledad del corredor de fondo). A cambio mucho cariño por parte de los organizadores y mucho compañerismo. No es fácil saber cuando y dónde se celebran estas maratones. Normalmente se corre por invitación, y la distribución de la información es restringida. Pero a poco que empieces a moverte en este apasionante mundo, llegará un momento en el que alguien te ofrezca esta posibilidad. 

Javi Sanz, corredor de maratones, “centenario”, creó en España el llamado “club de los cien”, es decir, de aquellos corredores que han corrido más de cien maratones. Para pertenecer al club, esas 100 maratones han de cumplir una serie de requisitos. Por supuesto que las grandes maratones entran, pero también las llamadas maratones alternativas, siempre que cumplan esos requisitos: 

1) maratones organizadas, con dorsal, 
2) un recorrido diseñado por el organizador, 
3) avituallamientos, 
4) línea de salida y meta, 
5) salir juntos más de tres corredores,
6) trofeo o medalla.

En este ranking no se contabilizan las maratones virtuales. Aunque son poco conocidas, se organizan muchas maratones alternativas, que cumplen estas reglas, y que se pueden contabilizar para el ranking del “club de los cien”. Yo he tenido la suerte de completar tres de estas maratones y he de decir que me han generado un nivel de satisfacción equivalente al de correr cualquier maratón de las llamadas “grandes”. 

Mi última maratón “alternativa” ha sido la segunda parte de la tercera edición de la Maratón de Valdebebas. A principios de año, supe de esta maratón a través de Javi Sanz, y la organizaba David, un amigo corraliego. Era la tercera edición de esta Maratón alternativa. Estaba programada para el día 14 de marzo, sábado, un día antes de la Maratón de Barcelona, para la que yo tenía dorsal. Un par de semanas antes, al cancelar la Maratón de Barcelona por el COVID19, le pregunté a David si había sitio para uno más, y me dejaron inscribirme. Íbamos a ser unos 25, pero durante toda la semana entre el 8 y el 14, fueron excluyéndose muchas personas. El confinamiento parecía inminente, especialmente en Madrid, que se empezó a considerar la “zona 0” del virus. Apenas un par de días antes, íbamos a ser 15. La noche del viernes 13, yo ya tenía síntomas de estar contagiado del COVID19, y esa misma noche se frustró mi participación. EL gobierno decretó el estado de alarma el mismo sábado 14 de marzo. Solamente corrieron la maratón 9 personas, todos de Madrid. 

Me costó meses volver a correr de una forma parecida “como antes del covid”, pero tenía la esperanza de poder correr alguna maratón en otoño. Por desgracia llegó la segunda oleada, y se suspendieron todas las maratones en prácticamente todo el mundo. Pero un día, recibí un mensaje de David. Pensaba organizar una “segunda vuelta” de la tercera edición para que pudiéramos correrla los que fallamos en marzo. Íbamos a ser muy pocos, con muchas medidas de seguridad y cumpliendo con todos los requerimientos legales en Madrid. Y esa segunda edición iba a ser el 14 de noviembre, sábado, ocho meses después. Recibí el mensaje de David con ilusión, porque iba a ser mi oportunidad de correr una maratón este 2020, y al tiempo comprobar si había dejado atrás al COVID. Íbamos a ser alrededor de 12 personas, con dos salidas de 6, para no superar lo permitido por ley. Pero también en la semana previa, se decretó, al amparo del nuevo estado de alarma, nuevos cierres de comunidades autónomas. El 14 de noviembre, en Valdebebas, nos encontramos solo 4 corredores (muchos anularon justo la noche antes a causa de los confinamientos). Pero cumplíamos “las 6 normas de Javi Sanz”, por lo que nos dispusimos a correr la maratón.

La maratón de Valdebebas consiste en dar 40 vueltas a un circuito de poco más de un kilómetro. Aquí, la dificultad añadida, radica en que hay que hacer un buen ejercicio mental para correr cuarenta vueltas de más de un kilómetro. Además, íbamos a ser solo 4, sin ningún público y con un cielo que amenazaba lluvia. Además de David, estábamos Lolo, Luis y yo. Empezamos la carrera a la hora que estaba estipulada, las 8 de la mañana. Y corrimos más de media maratón los cuatro juntos. Más de 20 vueltas que se nos pasaron más rápido de lo que yo hubiera imaginado. En esas vueltas pudimos hablar de nuestras vidas, y sobre todo, como siempre hacemos los que corremos, de carreras. Y sobre todo de maratones. Luis llevaba a sus espaldas algunas menos que yo, pero David y Lolo, ambos, pasaban con creces las 100 maratones. Se hacía difícil encontrar alguna maratón que no hubieran corrido y de la que no pudieran contar alguna anécdota.

A partir de la media maratón, comenzó a caer una fina lluvia, pero persistente, que no pararía en lo que quedaba de carrera. Era fina y al principio no molestaba, pero pasado un poco de tiempo, nos fue calando y, sobre todo, nos empapó las zapatillas. Fue también en ese momento cuando Luis se quedó un poco rezagado. Ya éramos 1+3. Hacia el kilómetro 30, David se paró a beber, y no fue capaz de recuperar nuestro ritmo, y la carrera se volvió a romper, 1+1+2. Las vueltas ya eran cada vez más pesadas (en todos los sentidos) y la animada charla se fue apagando. Ya solo hablábamos para recordarnos que quedaban 7, 6, 5, 4, … Cuando apenas quedaban “solo” tres, Lolo se estiró un poco y nos convertimos en 4 unidades ya separadas. Al filo de las 4 horas de carrera, Lolo entró en la meta, a los dos minutos entré yo, y muy poco después entró David. Luis tuvo que esperar recorrer tres vueltas más. Lolo me ovacionó cuando entré en la meta, ovación que me supo a gloria. Luego hicimos lo propio con David y, finalmente, con Luis. Misión cumplida. Vencimos el tedio de las 40 vueltas, la lluvia y las zapatillas empapadas, el dolor en las piernas, … Una maratón más. Una vez más, una experiencia maravillosa, como siempre que se acaba una maratón. Pensando ya en la siguiente. En mi caso, muy satisfecho por haber burlado, de momento, a las secuelas del Covid19. Por haber quedado 2º en una maratón (si, ya se que éramos 4, pero es mi mejor puesto en una maratón). Por haber compartido esta experiencia con tan buenos compañeros de viaje (David, Lolo, Luis). Y muy agradecido a David, por todo, por haber mantenido la ilusión de cerrar el capítulo abierto el 14 de marzo. Espero que no sea la última maratón de Valdebebas que corra, una maratón, como dice el propio David, que tiene el récord de 100 de “finishers” en sus tres ediciones.

jueves, 12 de noviembre de 2020

Corriendo por el Camino de Santiago

Desde el momento en que mi compañera Nuria (Nuria Prieto, campeona de España de Maratón, veteranas) me lo propuso, le dije que si de forma incondicional. ¡Correr seis etapas del Camino de Santiago desde Roncesvalles! Luego me lo pensé y me entraron mis dudas. Nunca había corrido tanta distancia en tan poco tiempo, y menos de la mano de toda una campeona de España de maratón. Pero Nuria siempre me animó. “correremos tranquilos…”. Y confié en ella, pese al dicho de que “todos los corredores mentimos”. Lo habíamos programado para la primavera, pero el COVID19 se interpuso en el camino y lo pospusimos para el mes de septiembre. Y cuando ya lo teníamos todo previsto y cerrado, esta vez se cruzó en el camino mi nieto Oliver, que nació en Alemania, y para poder conocerlo me tenía “que perder” las dos primeras etapas, entre Roncesvalles y Pamplona. Oliver mereció la pena y mientras yo babeaba en Kassel (Alemania), Nuria partió sola desde Roncesvalles.

Pamplona

Día 1. Pamplona-Puente la Reina.

Pero a los dos días nos encontramos en Pamplona, ella con unos cuantos kilómetros en las piernas y yo pletórico tras conocer a mi nieto y con la ilusión de echarme al Camino al día siguiente. Mi primera etapa fue entre Pamplona y Puente la Reina, 24,4 km. La salida por Pamplona ofrece alguna que otra duda, pero en seguida te instalas en la senda hacia Santiago. Pronto empieza el camino a picar hacia arriba, a veces con repechos de consideración que nos invitaban a caminar algún que otro tramo. Vas pasando por pueblos preciosos (Zizur Mayor, Guendulain, Zariquiegui…) hasta que alcanzas el Mirador del Alto del Perdón, punto más alto de la etapa, a778 metros. Después de esa importante subida esperas una placida y rápida bajada, pero te encuentras con un camino plagado de guijarros que hace prácticamente imposible correr. La parte más pronunciada de la bajada la hacemos andando y con cuidado de no torcernos un tobillo. Unos kilómetros después retomamos la carrera, ya en ligera pendiente descendente, de fácil correr y en algunos kilómetros sin darnos cuenta, nos ponemos a buen ritmo, por encima de lo que la sensatez aconsejaría.

Puente La Reina

El Camino es lugar de encuentro y al ir corriendo son encuentros fugaces. A veces competimos con algunos peregrinos en bicicleta que sufren más en las cuestas de gran pendiente, y la mayoría de las veces pasamos rápidamente a los peregrinos a pie con un “buen camino”. Muchos nos miran sorprendidos. En ese mi primer día, para mí eran todos extraños. Al final de la aventura ya conocíamos a casi todos: a los que caminaban en solitario, los extranjeros, los grupitos…y ellos a nosotros, que sabiendo de nuestro reto nos animaban. Luego, en los pueblos de destino nos saludábamos con complicidad y miradas cargadas de buenos deseos.

Después de pasar por Uterga, Muruzábal y Obanos, allá a lo lejos divisamos la bonita Puente la Reina, que nos acogió con los brazos abiertos y un buen desayuno. Nos salió una media de 7:45 minutos el kilómetro, más por la bajada del Alto del Perdón que por las distintas cuestas.

Día 2. Puente la Reina-Estella.

En mi segundo día (cuarto para Nuria), nos esperaban por delante 21,56 km de un auténtico rompepiernas. La etapa tiene un perfil de dientes de sierra, y nada más salir de Puente la Reina se encara una cuesta demoledora. Después de la paliza del día anterior me hace cuestionarme mi capacidad de superar el reto de 4 días (y Nuria con más kilómetros más en sus piernas). El comienzo es tremendo, y después de superar el primer alto, quedan otros tres o cuatro picachos. Se pasa por pueblos muy bonitos (Cirauqui, Lorca, Villatuerta) pero las continuas subidas y bajadas nos hacen mantener una continua prevención mental. Aun así, corremos muchos más kilómetros que el día anterior y a más velocidad. En Estella comprobamos mientras tomamos un merecido desayuno que hemos hecho una media de 7,04 minutos el kilómetro.

Estella

Día 3. Estella-Los Arcos.

Por delante otros 21, 3 km de precioso paisaje y pueblos encantadores. Y otra vez arrancando con una impresionante cuesta arriba y la perspectiva de varios picos de pendiente interesante. Y con más kilómetros en las piernas. Para mí es el paso del Ecuador, para Nuria su última parte de carrera. En seguida pasamos por Ayegui, el Monasterio de Santa María de Irache e Irache. Franqueamos la famosa Fuente de Vino totalmente copada por un numerosísimo grupo de peregrinos franceses que hicieron un buen acopio de caldo tinto y sin respetar ninguna distancia social. En esta etapa, prácticamente la mitad del camino empina hacia arriba. Primero para llegar a Azqueta, pero, sobre todo, para alcanzar Villamayor de Monjardin, en todo lo alto de un pico. La subida se hace agónica y nos lo tomamos con mucha calma. Con la esperanza de que a partir de aquel punto el camino iría hacia abajo la mayor parte de lo que quedaba de etapa. Habíamos tardado en llegar allí poco más de una hora, y aun nos quedaba más de la mitad del recorrido.

El trecho que quedaba hasta Los Arcos fue espectacular. Desde el punto de vista del corredor. El paisaje no era especial, el día nublado, el camino bastante desierto… pero la ligera pendiente descendente nos puso a correr de forma automática, tramos de varios kilómetros… plas, plas, plas… a ritmo cómodo, pero rápido, en silencio. Disfrutando del correr. Sintiendo el silencio del entorno. Solo el golpe de las zapatillas, plas, plas, plas,… totalmente acompasadas, contra el suelo.  Éramos dos, pero nos movíamos como uno. Fueron minutos, muchos minutos, donde sentimos el placer de correr por correr, donde no sientes la fatiga, donde te ves como una máquina a pleno rendimiento que avanza de forma inexorable hacia delante. ¡Que fantástico deporte este que te regala momentos tan especiales! Casi sin darnos cuenta llegamos a Los Arcos dos horas y media después de haber salido de Estella. ¡A 6.43 minutos el km!, nuestro mejor día.

Los Arcos

Navarra, España, te sigue sorprendiendo. En un pueblo de tan solo 1100 habitantes te encuentras con una calle Mayor llena de casas blasonadas que llega a una plaza medieval con una iglesia impresionante del siglo XII reconstruida a lo largo de siglos dejándole rastros del gótico, renacimiento, barroco, … Allí fue, en aquel precioso lugar, donde nos regalamos el desayuno del día antes de irnos a descansar.

Día 4. Los Arcos-Logroño.

Navarra y Rioja, Camino y viñedos
Para terminar la aventura, nos esperaba la etapa más larga. Más de 29 kilómetros para llegar a Logroño. Y otra vez un perfil rompepiernas con muchas subidas y bajadas. Al menos el comienzo de la estapa no era hacia arriba, como los días precedentes. Arrancamos con las dudas de las grandes maratones… ¿aguantaré, llegaré…? Yo llevaba más de 60 kilómetros en tres días, Nuria unos cuanto más. Y por delante casi 30 kilómetros. Y varios picachos que subir. El más importante entre Torres del Río y Viana. Para ser el último día no está nada mal. Al legar a Viana paramos un rato más largo de lo habitual para comer algo y beber. Viana también sorprende por la riqueza de su patrimonio de ciudad vieja, por la que ha pasado mucha historia. Desde Viana a Logroño, con más bajadas que subidas, el correr se hace fácil. Son ya muchos kilómetros, pero la meta está muy cerca. Poco antes de Logroño se pasa de Navarra a La Rioja y muy pronto nos encontramos con el padre de todos los ríos españoles, el Ebro, que corre con mucha agua. Nuestra meta está en la Catedral y después de callejear un rato, allí llegamos después de casi tres horas y media de haber salido. Esta vez, y pese a ser la etapa más larga, a 6.55 minutos el km. No está mal.


Lo habíamos conseguido. El sueño de Nuria de muchos meses atrás, lo habíamos cumplido. Una experiencia única, exclusiva, fantástica. Nada más llegar, nos ocurre lo mismo que al acabar una maratón, que solo piensas, pasado el primer momento, sobre cuando podrás repetir algo así, algo que te ha llenado tanto. Al placer de correr y sufrir corriendo, se une la mística del Camino, la exclusividad de los paisajes, la dificultad de la orografía y a veces el suelo, lo entrañable de los lugares por los que se pasa, la gente del Camino, la que está allí y la que transita… todo junto ha sido un coctel difícil de expresar, pero que nos ha inyectado felicidad.

Picachos por subir

En la misma plaza de la Catedral, cumplimos el ritual del desayuno. Más tarde, ya con los deberes hechos, algunas tapas con un buen Rioja. Nos vamos, pero el Camino nos espera siempre.

Celebrándolo en la Catedral de Logroño


Maratones que he corrido

  • Maratón de Madrid: 2004 (3h 58m), 2005(3h 56m 42s), 2006(4h 15m 34s), 2007 (4h 06m 49s), 2009 (3h 40m 20s), 2012 (3h 19m 36s), 2013 (3h 13m 59s), 2014 (3h 40m 58s), 2015 (3h 19m 33s), 2017 (3h 58m 12s), 2018 (3h 45m 4s), 2019 (4h 6m), 2021 (4h 11m 56s), 2022 (4h 8m), 2023 (4h 11m 51s)
  • Maratón de Donosti: 2007 (4h 4m 52s), 2017 (3h 38m 40s)
  • Maratón de Toral de los Vados: 2008 (4h 11 m 16s)
  • Maratón de Marrakech: 2009 (3h 58m 4s)
  • Maratón de Oporto: 2009 (3h 30m 34s)
  • Maratón de Zaragoza: 2009 (3h 56m 32s)
  • Maratón de Sevilla: 2010 (3h 47m 27s), 2019 (3h 50m 13s)
  • Maratón de Boston: 2010 (3h 29m)
  • Maratón de Nueva York: 2010 (3h 28m 38s), 2019 (3h 55m 38s)
  • Maratón de Málaga: 2010 (3h 52m 16s)
  • Maratón de París: 2011 (3h 29m 43s)
  • Maratón de Berlín: 2011 (3h 23m 28s), 2022 (4h 5m 40s)
  • Maratón de Castellón: 2011 (3h 20m 14s)
  • Maratón Misteriosa (Tres Casas, Segovia), 2013 (3h 54m)
  • Maratón de Chicago: 2013 (3h 25m 37s)
  • Maratón de Londres: 2014 (3h 27m 58s), 2016 (4h 1m 18s)
  • Maratón de Amsterdam: 2014 (3h 28m 6s)
  • Maratón de Lisboa: 2015 (3h 34m 56s)
  • Maratón de Valencia: 2016 (3h 40m 32s)
  • Maratón de Tokio: 2017 (3h 39m 38s)
  • Maratón nocturna de Bilbao: 2018 (3h 44m 32s)
  • Maratón de Valdebebas: 2020 (4h 01m 49s), 2021 (4h 20 min.)
  • Maratón de Polvoranca: 2021 (4h 39m 25s)

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