El aprendiz de maratoniano

Historias sencillas de carreras

viernes, 30 de enero de 2009

Maratón de Marrakech 2009

PREVIO A LA MARATÓN

Como ya narré en estas mismas páginas, la semana previa a la maratón se presentaba con muchas incertidumbres. Siempre antes de las maratones uno ve sombras por todos lados, pero esta vez se juntaban distintas inseguridades que incluso podían, aparentemente, hacer peligrar mi participación. Felizmente Iberia y sus pilotos no hicieron ninguna de las suyas (el retraso en los vuelos previos fue normal), el clima en el sur de Suecia fue lo suficientemente benigno para que no hubiera contratiempos en el aeropuerto, y mi tos se fue reduciendo a costa de distintos jarabes y pastillas que tomé compulsivamente para asegurarme un mínimo de dignidad el día de la Maratón. Así pues, el viernes anterior a la carrera, puede tomar el vuelo Madrid-Marrakech sin ningún contratiempo digno de reseñar.










LA CIUDAD

¿Qué decir de Marrakech que no se haya dicho?. Quizás mis sensaciones personales. Una ciudad para ser visitada, pateada, vista, olfateada, oída, palpada, sentida. Una ciudad para ser disfrutada con los cincos sentidos.

A través del olfato nos llegan aromas de sus cocina, sazonada con especias que invitan a probarlo todo, olores de las mil plantas de las herboristerías (‘farmacias bereberes’) que pueden curarlo todo, olores a veces desagradables, como los que emanan las piscinas utilizadas por los curtidores, llenas de excrementos de palomas y de otros seres vivos. Olores a humanidad, a chilaba, a henna, a fruta, a pan recién hecho.



A través del oído nos llegan los mil pitidos de las motocicletas y motocarros que nos obligan a quitarnos para no ser atropellados en las callejuelas de la medina. Los cantos y gritos de los charlatanes, las flautas de los encantadores de serpientes, los tamboriles de los vendedores ambulantes, las llamadas a la oración de los mujaidines, desde el amanecer hasta la puesta del sol, amplificados por los altavoces de las mezquitas,…

A través del gusto, los mil sabores de la fantástica cocina magrebí: el cous-cous, los tajines, la pastela, los dulces de almendra, los yogures naturales,… y ese maravilloso té a la menta con hierbabuena, muy dulce.

A través del tacto la sensación de tocar el cuero recién hecho, los aceites de mil aromas, el pan caliente recién salido del horno, la superficie de un huevo de avestruz,…

Y por último, a través de la vista, mil colores en la medina, en cualquiera de las mil tiendas distintas, donde encontramos mil variantes de babuchas, de chilabas, de lámparas, platos, colgantes, penachos,… Ese color del cielo al atardecer, desde la Plaza Jemaa-el Fna, con la Koutubia recortada en el cielo.

Y en esa ciudad encontramos lugares dignos de ser admirados, como la Madrassa ben Youssef, donde veremos artesonados, puertas y estancias que nos recordarán a la Alhambra, las tumbas Sadíes, lo poco que se puede ver de los jardines del Palacio Real; la Koutubia, hermana mayor de la Giralda; lugares curiosos, como las piscinitas de los curtidores, donde con cierta repugnancia (a causa del olor) se puede ver como se elabora el cuero; y lugares mágicos, como la Medina y la Plaza Jemaa-el-Fna.















En la Medina podremos sorprendernos con muchos detalles, y nos podremos perder, tanto en el sentido literal de la palabra (es un laberinto del que es difícil salir), como en el económico. Allí encontraremos imágenes sorprendentes, vehículos moviéndose de aquí para allá (desde carromatos tirados por borricos hasta coches), productos de todas las especies, personas de todas las edades. La Medina, compuesta por mil zocos, es un mundo lleno de vida y actividad, donde uno puede perder horas sin aburrirse, solo observando y viendo cómo transcurre el tiempo que allí puede alargarse o encogerse retando el principio de la relatividad. Gracias a una compañera de trabajo que me recomendó un Riad, me alojé en uno de estos establecimientos típicos, justo en medio de la Medina. Fue una experiencia muy positiva. No tienes algunas de las comodidades de los hoteles occidentales, pero a cambio gozas de un ambiente difícilmente superable por esos hoteles.

Y para terminar dejo la Plaza Jemaa-el Fna. Otro ecosistema inigualable, distinto según va avanzando el día. Es como un ser vivo que va cambiando con el tiempo. Nace por la mañana, va creciendo durante el día hasta alcanzar su plena madurez a la puesta del sol, para morir por la noche, pero solo hasta el día siguiente. Declarada patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, no por sus edificaciones, sino por las personas que la pueblan, algo único en el mundo. Aguadores, encantadores de serpientes, sacamuelas, oradores, charlatanes, curanderos, vendedores ambulantes, bereberes, tatuadoras de henna,… Al atardecer se forman corrillos alrededor de distintos espectáculos que van desde las peleas de niños (deplorable) hasta el baile del vientre. Y por la noche podremos cenar a un precio razonable, una vez hayan competido por nosotros los cientos de “captadores de clientes” que merodean por los alrededores para que te sientes en uno de los cientos de puestos que se montan y desmontan todos los días. Merece la pena perderse en la Plaza a cualquier hora del día, o saborear un te con hierbabuena desde cualquiera de las terrazas que dan a la plaza para contemplar el espectáculo que se nos ofrece.












LA CARRERA

La carrera arranca (y llega) en una de las zonas con hoteles “para turistas”. Una hora antes de la salida, estaban montando los arcos de salida y llegada y los detectores de chips. Ya entonces había un gran ambiente, donde, cómo no, destacaban lo muchos españoles que allí estábamos. Entre ellos un grupo muy números de Málaga (alguno con chilaba incluida), Asturias, Cartagena, Madrid,… Allí me encontré con Gabi, un chaval que conozco desde hace años y no veía en más de quince. Los españoles nos hacemos notar y dimos colorido y sonido a la hora previa a la Maratón. Entre los participantes, predominábamos los extranjeros, siendo los marroquíes menos de los que yo esperaba. Llamaba la atención que muchos de ellos llevaban mallas largas para correr (hacía algo de fresco a la salida).


También se ven muchos “acompañantes” con zapatillas de lona, o incluso de jugar al futbol, con sus tacos y todo. Grupos de personas de todos los lugares, que vienen para correr juntos. Entre ellos un grupo de nórdicas, todas rubias y esbeltas, pero de no menos de 60 años cada una. Allí en la salida me encontré con Jesús, de Madrid, con el que corrí prácticamente todo el rato.

Los primeros kilómetros transcurren en una zona residencial, con la impresionante vista del Atlas, nevado, como compañero de carrera. Solo esta visión durante muchos minutos, hace que merezca la pena correr esta carrera. Hacia el km 10, la carrera se mete en los jardines de L’Agdal, donde se corre en medio de naranjos y olivos. Es una parte realmente preciosa. El clima era realmente agradable para correr: algo fresco, un poco nublado, nada de viento. Hacia el km 12 nos encontramos con Antonio (“exiliado”) con el que compartimos carrera hasta el 35, y un poco más adelante con David, un madrileño que vive en Casablanca que nos dejó en el 30 (salió hacia delante con fuerza y decisión). Entre el 15 y la media maratón, la carrera se adentra en la zona con más animación, que es también la zona más pobre de la ciudad. Se pasa, murallas afuera, por la zona de los curtidores, fácilmente reconocible por el olor. De vez en cuando sube la animación cuando pasa un atleta marroquí. Y cientos de manitas de niños que quieren chocarla, o pedirte la botella de agua, o ¡el reloj!. En los ojos y sonrisas de esos niños se ve la distancia que separa nuestros mundos, y deseas haber podido darles no una, sino cien botellas, y no solo tu reloj, sino también tus zapatillas. Y sales de esa zona pobre, a través de unos pocos km de transición, a la zona del lujo desmesurado: el palmeral. Grandes mansiones, hoteles de lujo, campos de golf, muros de protección, guardaespaldas, coches de lujo. ¡Que contraste hay en solo unos kilómetros!. De los peladitos que con ilusión te alargan la mano, a los guardaespaldas que te sonríen displicentes desde el confín protegido de esos palacios. Y llegas al km 32, donde empieza una largísima avenida que te llevará hasta casi la meta, donde además compartes carrera con coches, motos, camiones, humo, cabreo de conductores,… Para colmo, la suavísima lluvia que dio comienzo cuando entramos en el palmeral, hacia el km 25, se convirtió en manta de agua hacia el km 30, y estuvo así cayendo durante más de diez minutos, que nos dejaron empapados y completamente helados. Y para colmo, a veces “pica” un poco hacia arriba (toda la carrera es bastante plana). Ya sin capacidad de generar energía, solo quedaba poder mantener el ritmo hasta el final. Y al final, como siempre, esa inmensa emoción que te llena cuando cruzas la meta. ¡Una maratón más!.

Según mi gps, mal medida (300 metros más). Las marcas de los km, colocadas de forma aleatoria (a veces cada 2,5 km, pero no siempre; en una ocasión, con 1 km de error). En los avituallamientos, solo agua. En dos puestos, unas bolsitas con un dátil, unas pocas pasas y un par de terrones de azúcar. En un puesto, una pocas mandarinas. A la llegada, dos mandarinas y otra botella de agua. No hubo comida de la pasta, y en la llamada feria del corredor, una tienducha donde pudimos coger el dorsal y una camiseta de algodón. Desde luego, si queréis venir a esta carrera, no lo hagáis por la organización. En toda la carrera, un grupo de tres chavales asturianos en bici (dos chicas y un chico), fueron animándonos a todos los españoles. Pero con todo, una carrera inolvidable, por esas muchas imágenes que nos traemos de allí, ese Atlas nevado, ese jardín de naranjos, esos niños animando.

Os animo a correr esta Maratón. La suma de todo (¡incluyendo los nuevos amigos!), hace que sea una experiencia muy positiva.

Todas las fotos en http://picasaweb.google.com/torcas59/Marrakech2009?feat=directlink

martes, 27 de enero de 2009

Sensaciones después de una Maratón

En el mes de abril del año 2004, corrí por primera vez una Maratón, la de Madrid. Tenía 45 años, y para mí era la culminación de un reto personal planteado algunos años atrás, cuando un día vi pasar cerca de mi casa esa misma maratón. Era a la altura de Bravo Murillo y los corredores llevaban recorridos unos 6 kilómetros, que era la distancia máxima que yo me creía capaz de correr (salvo un par de veces en mi vida hasta ese momento que por motivos que no vienen al caso tuve que correr 8 km). Pensé: “¡vaya par de narices que hay que echarle: estos van a correr siete veces más de lo que yo soy capaz de correr!”. Y aquel día, sin decírselo a nadie, me planteé, que algún día, correría UNA Maratón.

Y llegó el Mapoma del 2003, después de mi primera media maratón, donde salí a acompañar a un amigo durante los kilómetros que iban desde la primera pasada cerca de Casa Mingo (aproximadamente el km 30) hasta la meta. Ese día me emocionó recibir los ánimos (inmerecidos) que fui recibiendo de mucha gente que pensaba que corría (cuando solo acompañaba). Ese día decidí que MAPOMA 2004 sería mi primera (y, en principio, última) maratón. La maratón que me había planteado correr en mi vida.

Y corrí Mapoma 2004, y cómo no, sufrí lo indecible los últimos 12 kilómetros. Y cuando llegué a meta, llorando de alegría, sentí una de las sensaciones más placenteras que nunca he experimentado en mi vida, mezcla de miles de sensaciones: orgullo, satisfacción, dolor, bienestar, emoción,… Y sentí la necesidad de volver a conseguir esa sensación, ese momento. Y decidí correr una segunda maratón. Y eso que tardé más de una semana en volver a andar con normalidad y un mes en volver a correr.

Han pasado casi cinco años y otras 6 maratones. La última, la de Marakech, la acabé el pasado domingo. Con sensaciones parecidas al acabar. Ayer ya sentía las ganas de volver a correr y hoy ya estoy pensando en cómo voy a preparar MAPOMA 2009, qué “medias” voy a correr, cuando haré tiradas un poco largas. Hoy, soy consciente de que aquel día de abril de 2004 que pasé por la meta de Recoletos, la maratón, como una serpiente venenosa, me picó, me hundió sus dientes y me inoculó el veneno de los 42195 metros. Creo que hoy la maratón, para mí, es mucho más que una carrera. Es una forma de vida.

domingo, 18 de enero de 2009

Previo a la Maratón de Marrakech

Para mí, imagino que igual que para casi todos los que corremos maratones, las semanas previas a una cita con los 42 km están llenas de dudas. Sobre todo si, como es mi caso, el maratón no es un acontecimiento cotidiano. Las dudas cubren todos los aspectos vinculados con la carrera: el físico, el logístico, el ambiental,…

Respecto al físico: ¿llegaré bien preparado? En mi caso, la respuesta a esa pregunta siempre es negativa: no voy bien preparado. Mi trabajo no me deja entrenar todo lo que quisiera y no estoy dispuesto a sacrificar la poca vida familiar que tengo por sacar unos km más a la semana. Y esta vez la situación no es distinta. Además se ha agravado con una gripe inoportuna a falta de un mes del día D que me ha dejado como secuela una bronquitis. Por no parar más de la cuenta, seguí saliendo a correr con muy bajas temperaturas y respirar el aire frío no me ha ayudado a superar los accesos de tos. A una semana de la Maratón, aparte de mi eterna sensación de no haber corrido suficientes kilómetros, no paro de toser. Llevo dos días parado y he mejorado un poco, y espero estar mejor la semana que viene, pero junto a la duda acerca del estado de mis piernas, además surge la duda acerca de mis bronquios.

Respecto al logístico. Suelo viajar mucho por motivos de trabajo. Y viajo por todo el mundo y por todo tipo de países. Hace años que he superado el ponerme nervioso frente a un viaje, por lejos que sea. Viajar no me quita el sueño; afronto un viaje trasatlántico con la misma serenidad que un paseo en metro por Madrid. Por tanto el hecho de tener que viajar a Marrakech no me aumenta nada los nervios propios de la Maratón; desde el punto de vista logístico, es un viaje más, un vuelo más, un hotel más,… En principio viajo el viernes previo a la maratón, por la mañana. A priori, no debiera tener dudas, preguntas, respecto a la logística de la maratón. Pero como dice uno de los principios de Peter: cualquier situación mala es susceptible de empeorar. El miércoles y jueves, tengo una reunión (de trabajo) en el sur de Suecia, cerca de Copenhague. Y hace unas semanas, cuando saqué los billetes, no había ningún problema con los pilotos de Iberia. Y me voy a Copenhague con Iberia. A día de hoy, mi principal duda respecto a la Maratón es: ¿me permitirán los pilotos de Iberia llegar a Madrid el jueves por la noche, para que el viernes pueda volar a Marrakech? Seguramente hasta el mismo jueves no lo sepa. A mis dudas físicas, se suman hoy importantes dudas logísticas.

Y respecto a las dudas ambientales. También la previsión del tiempo amenaza con temporales de nieve en el norte de Europa. Hace un par de años, aunque parezca que estas cosas solo pasan en España, ¡hubo un temporal de nieve que me tuvo un día entero en el aeropuerto de Copenhague! Pero seamos optimistas, y circunscribamos los problemas previos al viaje a la buena voluntad de los pilotos de Iberia y confiemos que las autoridades aeroportuarias danesas aprendieran algo de aquél fatídico día (y con la esperanza basada en el desconocimiento de que no tengan una Ministra de Fomento como nuestra Maleni). Y para terminar: nunca llueve en Marrakech, pero las previsiones para el próximo domingo dan lluvia (un 80% de posibilidades para ser exactos). ¡Será posible!, ¿pero es que me ha mirado un tuerto?

Por tanto, a las dudas típicas previas a una Maratón, yo hoy tengo muchas más dudas. Mañana saldré a hacer un rodaje suave (más que nada para respirar solo por la nariz y evitar hacer más pupa a mis maltrechos bronquios). Mañana es el día en el que, como pasa siempre antes de una Maratón, de pronto, ¡notaré un puntito de dolor en un gemelo! Seguro que lo habrá generado mi cerebro, pero se añadirá otra pequeña duda de cara al próximo domingo.

Bajo esta montaña de dudas, buena cara, porque tengo una cita con 42 kilómetros el próximo domingo, y hay pocas cosas que me inspiren más inquietud y emoción. Seguiremos informando.

lunes, 5 de enero de 2009

San Silvestre Vallecana 2008

Todos los años, cuando se anuncia la San Silvestre Vallecana corres a apuntarte antes de quedarte fuera (en apenas unos días se cubre la totalidad de la inscripción). Y todos los años despotricas por los 17 euros de la inscripción; porque en el fondo te sientes una mercancía en manos de una multinacional que te utiliza para formar parte de un espectáculo colectivo, donde eres un número. Pero piensas en ese espectáculo, en esa masa de gente con la puedes compartir la última carrera del año. Y piensas en lo bonito que es correr por las calles del centro de Madrid, iluminadas gracias a la Navidad, en esas calles llenas de gente animando a los corredores. En esos últimos kilómetros por Vallecas, con todo el barrio volcado en la carrera,… Y sin dudarlo te inscribes corriendo, no vaya a ser que este año te lo pierdas. ¡Y vaya si la San Silvestre tiene ambiente! Esos nervios en el cajón de salida, con los gritos y cánticos del grupo de rock de turno. Ese juego con las camisetas de abrigo volando de un lado para otro. Esa ola de corredores que en apenas un minuto cubre toda la cuesta hasta la calle Serrano,… Todo es realmente impresionante. ¿Cómo se lo puede perder uno?

Para mí ha sido una San Silvestre un poco especial. Tres días antes cogí una gripe salvaje. EL lunes estaba doblado en la cama sin poder moverme y el martes, aunque me pude levantar, aun me dolía todo el cuerpo. Mi mujer, que es médico, me amenazó que si volvía con neumonía no me quejara. Al final no me puede resistir, me enfundé la camiseta, zapatillas,... y me fui para el Bernabeu. Mismo ambientazo que siempre, y en mi opinión, mejor organización para el acceso a los cajones que el año pasado. Cada año tienes la sensación de que se disfraza más gente (¿cómo se puede correr con un traje de León de felpa?).

Nada más empezar a correr supe que no iba a ser mi día. La primera cuesta se me hizo ya un mundo y fui corriendo siempre ´descontando´ kilómetros, como si fueran los últimos diez km de una maratón. Esa es la sensación que tuve toda la carrera. Llegué en 55 minutos, 10 minutos más que los 10km de Canillejas que hice hace un par de meses, pero con una gran sensación de triunfo solo por acabar. No sé si fue por mi estado particular, pero me dio la sensación de que el público estuvo menos bullicioso que otras ocasiones. Y en meta, se me hizo interminable el peregrinaje hasta que por fin puedes coger tu ropa. Con fiebre y todo sudado no veía el momento de cambiarme de ropa y esta vez se me hizo muy largo ese camino. Y cada vez puedo menos con todos esos ‘cutre-runners’ que hacen acopio de bebidas isotónicas y de fruta a costa de que luego alguien habrá que se quedará sin su botella o su pieza de fruta.

Y antes de acabar algunas preguntas. ¿Porqué hay gente que se empeña en colarse en el cajón que no le corresponde? ¿Porqué hay gente que no sabe comportarse en una carrera popular?: si se adelanta, hay que pedir paso, y el adelantado deberá cederlo; no se puede parar uno de repente, porque puede provocar una grave caída en las personas que vienen detrás; en los avituallamientos, hay una botella por corredor, coger más supone que alguien se quedará sin beber. Cuanto más numerosa es la carrera, te encuentras con más gente sin ninguna educación cívica al correr, o que sepa comportarse como corredor popular. Este año, en varias ocasiones, casi me tiraron al suelo ´compañeros´ corredores que se me cruzaron en el camino. A lo mejor no tenía los sentidos tan despiertos como otras veces, ¿pero porqué algunas personas no aplican en las carreras las mismas normas de educación que en la vida normal? (¡bueno, hay gente que tampoco es educada en su vida normal!).

Quizás habría que editar una pequeña guía para que el “nuevo corredor” sepa que una carrera popular es un evento colectivo, donde se deben mantener unas mínimas normas de educación cívica para que todos puedan correr y beneficiarse de aquello que la organización de la carrera haya pensado para todos.

Maratones que he corrido

  • Maratón de Madrid: 2004 (3h 58m), 2005(3h 56m 42s), 2006(4h 15m 34s), 2007 (4h 06m 49s), 2009 (3h 40m 20s), 2012 (3h 19m 36s), 2013 (3h 13m 59s), 2014 (3h 40m 58s), 2015 (3h 19m 33s), 2017 (3h 58m 12s), 2018 (3h 45m 4s), 2019 (4h 6m), 2021 (4h 11m 56s), 2022 (4h 8m), 2023 (4h 11m 51s)
  • Maratón de Donosti: 2007 (4h 4m 52s), 2017 (3h 38m 40s)
  • Maratón de Toral de los Vados: 2008 (4h 11 m 16s)
  • Maratón de Marrakech: 2009 (3h 58m 4s)
  • Maratón de Oporto: 2009 (3h 30m 34s)
  • Maratón de Zaragoza: 2009 (3h 56m 32s)
  • Maratón de Sevilla: 2010 (3h 47m 27s), 2019 (3h 50m 13s)
  • Maratón de Boston: 2010 (3h 29m)
  • Maratón de Nueva York: 2010 (3h 28m 38s), 2019 (3h 55m 38s)
  • Maratón de Málaga: 2010 (3h 52m 16s)
  • Maratón de París: 2011 (3h 29m 43s)
  • Maratón de Berlín: 2011 (3h 23m 28s), 2022 (4h 5m 40s)
  • Maratón de Castellón: 2011 (3h 20m 14s)
  • Maratón Misteriosa (Tres Casas, Segovia), 2013 (3h 54m)
  • Maratón de Chicago: 2013 (3h 25m 37s)
  • Maratón de Londres: 2014 (3h 27m 58s), 2016 (4h 1m 18s)
  • Maratón de Amsterdam: 2014 (3h 28m 6s)
  • Maratón de Lisboa: 2015 (3h 34m 56s)
  • Maratón de Valencia: 2016 (3h 40m 32s)
  • Maratón de Tokio: 2017 (3h 39m 38s)
  • Maratón nocturna de Bilbao: 2018 (3h 44m 32s)
  • Maratón de Valdebebas: 2020 (4h 01m 49s), 2021 (4h 20 min.)
  • Maratón de Polvoranca: 2021 (4h 39m 25s)

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