Queda apenas un mes para la Maratón Popular de Madrid. La
más antigua de España y una de las más antiguas de Europa. Carrera que gozó de
un gran prestigio y que año tras año se va convirtiendo en un sarao que nada
tiene que ver con una Maratón y que progresivamente va desencantando y
desenganchando al corredor de maratón, tanto local como foráneo. La que era la
principal maratón de España, por calidad en la organización y por número de
corredores, es ya la tercera (después de
Barcelona y Valencia), y no descartemos
que pronto pase a ser la cuarta después de San Sebastián. Barcelona, Valencia y San Sebastian, maratones que se han
preocupado por hacer las cosas bien, atrayendo corredores internacionales,
cuidando sus circuitos, cuidando del corredor de maratón. Frente a Madrid,
donde da la sensación de que lo que prima es el negocio.
¿Qué es lo que hace mal Madrid? Pues muchas cosas. La más importante es que no
cuida del corredor de maratón. Si, aunque parezca mentira, el corredor de
maratón es la última prioridad de la organización de la llamada Maratón de
Madrid. Hoy la principal preocupación es
atraer muchos corredores de 10K y media maratón, para hacer caja y para sumar
entre todos 30 o 40.000 corredores que llenen la Castellana y que permitan una
bonita foto para que los periodistas, que salvo excepciones honrosas no saben
nada de nada, narren que “hay 40000 corredores de maratón en Madrid” (véanse
los telediarios del día). Mentira, maratón, lo que se dice maratón, cada año la
corren y la acaban menos personas. No es
agradable afrontar un reto como Madrid (posiblemente la maratón urbana más dura
de Europa), teniendo que abrirse paso a codazos con miles de entusiastas
neófitos que salen al tiempo que la maratón, a ritmos descabellados y por supuesto copando los primeros trescientos
metros de la salida. La carrera (la suma de las tres carreras) se ha
multiplicado por tres o por cuatro, pero los recursos y los voluntarios no. La
organización no ha sabido escalar los recursos, y la atención al corredor se ha
deteriorado a límites insospechados. La bolsa del corredor ahora es casi
inexistente; el servicio de guardarropa deplorable; la atención en meta penosa
(trato y avituallamiento, ¡qué tiempos aquellos donde hasta te daban un caldito
caliente, fruta, cerveza,…),… La organización de los corrales de salida,
esperpéntica (no existe ningún control y ¡salen juntas las tres carreras!) No
se adiestra a los voluntarios, como se hace en otras carreras internacionales,
para que sepan dar el trato adecuado a los “finishers”. Se permite que haya
miles de infiltrados que esquilman aún más los recursos y que tienen la osadía
de hasta llevarse medalla al final.
Todo lo bueno que tiene la carrera (asistencia médica,
voluntarios, en algunas zonas un público excepcional,…) se va eclipsando cada
año por todos esos aspectos negativos que tanto perjudican al corredor.
La llamada Maratón de Madrid se ha convertido en un evento
que cada día es “menos maratón” y donde los que corren maratón (se supone que
“los protagonistas”) son maltratados y cada día menos importantes (obviamente,
son los minoritarios). Queda un mes… ¡a
ver que nos tienen preparado este año!