viernes, 25 de marzo de 2011

Previo Paris

En muchos sitios de España, al número 15 se le llama “la niña bonita”. Y a casualidad ha querido que mi maratón número 15 sea en Paris, “la niña bonita”. Paris es una de esas ciudades talismán para mucha gente. “MI ciudad favorita”, dicen algunos. Yo siempre he pensado que Paris es una ciudad excepcional, impresionante desde el punto de vista monumental. En mi opinión, si quitamos a Rio de Janeiro, sin duda la ciudad del mundo más espectacular desde el punto de vista de la naturaleza que en ella se despliega y Nueva York como ciudad de referencia para muchas personas (también para mi) por mil razones, si preguntáramos a 100 personas por su “ciudad favorita por visitar” o “visitada”, posiblemente un porcentaje muy alto contestaría que Paris.
He visitado París en muchas ocasiones y, si coincide un día de primavera u otoño con un cielo limpio y despejado, el espectáculo que nos ofrece la ciudad es difícilmente comparable con ninguna otra. Aparte de los numerosísimos lugares comunes tan reproducidos en el cine y la televisión, el apelativo de “ciudad de la luz” es merecido sobradamente.

En Paris vivía y trabajaba una buena amiga y cuando decidí correr la Maratón de Paris, y me inscribí en la maratón, un aliciente era poder compartir unas horas con ella, ya que nuestras vidas se complican tanto que muchas veces tenemos que buscar excusas (como correr una maratón) para reencontrarnos con amigos. Mi amiga fue sorprendida por un cáncer perverso que se la llevó sin darnos tiempo ni a despedirnos de ella, y de alguna manera dejó huérfana la ciudad.

Correr en Paris se ha convertido para mí en un acontecimiento triste, porque cada minuto, cada hora de las que corra por esa ciudad, me recordarán a mi amiga. Difícilmente podré volver a esta ciudad sin recordar a mi amiga. Y hoy, ese recuerdo me produce tristeza. Serán 42,195 kilómetros que dedicaré, metro a metro, a la memoria de mi amiga Maria Jesús.