lunes, 5 de enero de 2009

San Silvestre Vallecana 2008

Todos los años, cuando se anuncia la San Silvestre Vallecana corres a apuntarte antes de quedarte fuera (en apenas unos días se cubre la totalidad de la inscripción). Y todos los años despotricas por los 17 euros de la inscripción; porque en el fondo te sientes una mercancía en manos de una multinacional que te utiliza para formar parte de un espectáculo colectivo, donde eres un número. Pero piensas en ese espectáculo, en esa masa de gente con la puedes compartir la última carrera del año. Y piensas en lo bonito que es correr por las calles del centro de Madrid, iluminadas gracias a la Navidad, en esas calles llenas de gente animando a los corredores. En esos últimos kilómetros por Vallecas, con todo el barrio volcado en la carrera,… Y sin dudarlo te inscribes corriendo, no vaya a ser que este año te lo pierdas. ¡Y vaya si la San Silvestre tiene ambiente! Esos nervios en el cajón de salida, con los gritos y cánticos del grupo de rock de turno. Ese juego con las camisetas de abrigo volando de un lado para otro. Esa ola de corredores que en apenas un minuto cubre toda la cuesta hasta la calle Serrano,… Todo es realmente impresionante. ¿Cómo se lo puede perder uno?

Para mí ha sido una San Silvestre un poco especial. Tres días antes cogí una gripe salvaje. EL lunes estaba doblado en la cama sin poder moverme y el martes, aunque me pude levantar, aun me dolía todo el cuerpo. Mi mujer, que es médico, me amenazó que si volvía con neumonía no me quejara. Al final no me puede resistir, me enfundé la camiseta, zapatillas,... y me fui para el Bernabeu. Mismo ambientazo que siempre, y en mi opinión, mejor organización para el acceso a los cajones que el año pasado. Cada año tienes la sensación de que se disfraza más gente (¿cómo se puede correr con un traje de León de felpa?).

Nada más empezar a correr supe que no iba a ser mi día. La primera cuesta se me hizo ya un mundo y fui corriendo siempre ´descontando´ kilómetros, como si fueran los últimos diez km de una maratón. Esa es la sensación que tuve toda la carrera. Llegué en 55 minutos, 10 minutos más que los 10km de Canillejas que hice hace un par de meses, pero con una gran sensación de triunfo solo por acabar. No sé si fue por mi estado particular, pero me dio la sensación de que el público estuvo menos bullicioso que otras ocasiones. Y en meta, se me hizo interminable el peregrinaje hasta que por fin puedes coger tu ropa. Con fiebre y todo sudado no veía el momento de cambiarme de ropa y esta vez se me hizo muy largo ese camino. Y cada vez puedo menos con todos esos ‘cutre-runners’ que hacen acopio de bebidas isotónicas y de fruta a costa de que luego alguien habrá que se quedará sin su botella o su pieza de fruta.

Y antes de acabar algunas preguntas. ¿Porqué hay gente que se empeña en colarse en el cajón que no le corresponde? ¿Porqué hay gente que no sabe comportarse en una carrera popular?: si se adelanta, hay que pedir paso, y el adelantado deberá cederlo; no se puede parar uno de repente, porque puede provocar una grave caída en las personas que vienen detrás; en los avituallamientos, hay una botella por corredor, coger más supone que alguien se quedará sin beber. Cuanto más numerosa es la carrera, te encuentras con más gente sin ninguna educación cívica al correr, o que sepa comportarse como corredor popular. Este año, en varias ocasiones, casi me tiraron al suelo ´compañeros´ corredores que se me cruzaron en el camino. A lo mejor no tenía los sentidos tan despiertos como otras veces, ¿pero porqué algunas personas no aplican en las carreras las mismas normas de educación que en la vida normal? (¡bueno, hay gente que tampoco es educada en su vida normal!).

Quizás habría que editar una pequeña guía para que el “nuevo corredor” sepa que una carrera popular es un evento colectivo, donde se deben mantener unas mínimas normas de educación cívica para que todos puedan correr y beneficiarse de aquello que la organización de la carrera haya pensado para todos.